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Finalmente, como mejor se pudo, tiramos adelante hasta tocar en las riberas donde vivían los Payaguás, matadores del buen Aniceto y sus compañeros; deseamos ganarlos y reducirlos al gremio de la Santa Iglesia; y para eso por medio de los Payaguás amigos, les enviamos una embajada asegurándoles de nuestro buen ánimo para con ellos y que les perdonábamos la traición pasada, que más por temor de alguna trama de sus enemigos, que por malicia, habían maquinado; que tomasen el partido de compañeros nuestros y fabricasen una Reducción, porque de otra manera, habiendo nosotros de frecuentar aquel camino, nuestros indios sujetarían su orgullo; y que para satisfacción de lo pasado, nos restituyesen los esclavos españoles que tenían.

Que no quiere, ni apetece otra cosa que el bien espiritual y temporal de todos ellos; que á este fin ha destinado en esta capital un hermoso colegio, en que sus hijos sean doctrinados y enseñados, costeando la real hacienda los maestros necesarios, para que se hagan tan sábios é instruidos como los mismos españoles; y que en esa atencion se les proponga deliberen enviar los suyos á este colegio, asegurándoles que serán bien tratados, queridos y regalados; cuyas insinuaciones no solo convendrá que las expresen á los caciques de aquella jurisdiccion los emisarios ó exploradores sobredichos, sino tambien el comisionado, el Gobernador de plaza, y aun el oficial ú oficiales á quienes se hubiere de encomendar el mando de las expediciones, el tiempo y cuando hubiese de llegar y pasar por sus terrenos.

Si no podía andar entre las muchachas asegurándoles que Fulanito se alampaba por ellas, o que Zutanito se moría por sus pedazos, se arrimaba a los jóvenes, calentándoles los cascos, encendiéndoles la sangre, hablándoles del pie de tal chica: hombre, un pie que me cabe en la palma de la mano o del color de cuál otra hombre, si parece que se da agua de Barcelona, y no, me consta que aquello es natural . Borrén sabía de las criadas que llevan y traen cartitas, de los paseos retirados donde es fácil tropezarse cuando hay buena voluntad, de los peladeros de pava, de las butacas que en el teatro ofrecen más comodidad para hacer el oso; era el primero a olfatear los trapicheos, las bodas, los escandalillos y los truenos incipientes.

Si el estado en que se hallan los indios, y expediciones nuestras en su alcance, obligaren á reforzar aquel puerto con mas tropa, es otro fomento y utilidad de los vecinos: pues el dinero de su prest lo mas queda á su beneficio; procurando ellos hacer fructíferos aquellos terrenos con la industria y trabajo de sus labores, tomando distinto método que el que han llevado, pues ya por su natural desidia y haraganeria, y ya por las seducciones con que los desanimaban y entibiaban para que se aplicasen á la agricultura, asegurándoles que pronto los habian de sacar de aquel destino, y mudarlos á los amenísimos campos de Montevideo, que abundan de tanto ganado, que sin molestarse en poco tiempo lograrian enriquecerse, eran los que por todos medios procuraban hacer inútil la poblacion.

Revivió con esta incensada el amortiguado espíritu de don Simón, y en el acto se puso a contestar a sus amigos, dándoles las gracias y asegurándoles que en la ya próxima discusión de los presupuestos demostraría a sus murmuradores cuán leve era su adhesión al Ministerio, comparada con su amor al país que representaba. La segunda carta era de su apoderado.

Me senté, pues, a la mesa, prometiendo a los demás comensales que pronto los alcanzaría; pero por más que hice y por bien que jugué mis mandíbulas, no logré impedir que todos concluyeran antes que yo, y como hacía un día espléndido y figuraba en el programa un paseo por el lago, me manifestaron que salían a dar una vuelta mientras yo terminaba de almorzar y concediéronme diez minutos, asegurándoles yo que aún me sobraría tiempo.

Les llamaba hijos míos, asegurándoles que no se apuraba por tan poco. No lo había perdido todo. Aún le quedaba lo mejor de la casa, la hoz de su abuelo: una joya que no quería cambiar ni por cincuenta hanegadas de tierra buena.

Las mismas reales órdenes están respirando la suavidad con qué S.M. quiere se verifiquen estas expediciones, y por eso el principal cuidado qué en ellas se ha de tener, es y debe ser, evitar el recelo y desagrado de los indios, y de todo punto el uso de las armas, á menos que no haya otro recurso para defender las vidas, repeliendo la fuerza con una defensa natural; y conseguir por medios suaves la internacion, hasta que no quede duda de hay ó no los establecimientos que se solicita descubrir: asegurándoles de la buena con que se camina, y captándoles la voluntad, para que espontáneamente se reduzcan á nuestra amistad y pidan el establecimiento de misiones en sus tierras; y lograr con este antecedente la oportunidad de proponerles, ser para ello preciso que queden españoles que acompañen á los misioneros, y los defiendan de los rebeldes ó enemigos de los mismos indios.

Ya tiene algunos partidarios casi entusiastas, entre los mareantes y los zapateros, a quienes se digna hablar, de tarde en cuando, de Compte, de Büchner y de Lombroso, asegurándoles de pasada que él conoce hasta la última palabra de la ciencia experimental, escoba y azote del viejo mundo teológico y metafísico.