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Actualizado: 18 de junio de 2025


El tiempo mejoraba; la marea comenzaba a subir; las olas verdes y mansas iban cubriendo las rocas, y avanzaban cada vez más cerca de nosotros; el agua entraba por las aberturas de la proa del Stella Maris, se tendía por el plano inclinado de la cubierta y se retiraba con un suave murmullo.

Aparecía calzado sólo en el pie derecho; le faltaba la mano del mismo lado y tenía el rostro carcomido. Sentí verlo, porque después, durante mucho tiempo, se me venía su imagen a la memoria. Cuando vi que el Stella Maris quedaba abandonado, se me ocurrió el proyecto de ir hasta él y reconocerlo. Tenía la ilusión de que, por una casualidad, pudiese quedar a flote.

Cama con traspontin y arambel encarnado; armario donde guardar ropa, planos y libros; un sitial, dos sillas y una mesa donde pudieran comer dos personas: todos estos objetos son del gusto gótico dominante entonces. Se completa el mueblaje y adorno con una imagen de la Virgen, Maris Stella, de que eran devotos los mareantes, y ante la que cantaban la Salve todos los sábados.

Así lo hacían todos los constructores, con oro y colores varios, poniendo en el centro la imagen de la Virgen, por el estilo de la que se ve en la carta de Juan de la Cosa. Rodrigo Zamorano dibujó otra muy bella en su arte poniendo por leyenda MARIS STELLA SVCVRRE NOBIS.

En ayudantes de obras públicas, capataces, recaudadores de contribuciones, empleados de Sanidad, vistas de Aduanas, inspectores de Consumo, jefes de Fomento, oficiales cuartos, séptimos y quincuagésimos de Gobiernos de provincia, el número era tal que ya no se podía contar. Invoquemos el texto divino: Crescite et multiplicamini, et replete aguas maris.

Entre los tres, tirando de la amarra, pudimos extraer del agua la chanela sumergida; pero no teníamos fuerza para subirla hasta la cubierta del Stella Maris, y fuimos llevándola hasta el lado donde no azotaban las olas, entre el barco y Frayburu. Así dejamos el bote, medio atado, medio sostenido en el agua.

De pronto se pone un traje negro, severo y elegante a la vez. ¿Y éste? pregunto. Para ir a misa a Stella Maris. ¿Te gusta? ¡Lindísimo, muy grave, muy chic!... ¡Oh, la gravedad chic es lo más chic de la gravedad! Hay que recordar, de vez en cuando, que una, es viuda. En la salita, colgado en alto, hay un retrato al óleo.

Lo buscamos, y lo vimos flotando a poca distancia. Vamos, baja me dijo Recalde. Me descolgué, un poco emocionado. La posibilidad de ir a explorar la gran sima negra de que hablaba Yurrumendi se iba haciendo cada vez mayor. Me veía como aquel marinero del Stella Maris, que el mar había arrojado a una peña, con la cara carcomida y sin una mano.

El falso profeta celebró con aquella secta un famoso tratado, que bajo el título de Testamentum Mahometi dió á luz en árabe y latin en París Gabriel Sionita el año de 1630, y cuya sustancia se contiene tambien en tres escritores sirios, Bar Hebræus, Maris y Amrus, que incluye Assemani en el tomo IV, pág. 59 de su Biblioteca oriental.

Con un trozo de amarra pude defenderme y hacerlas huír. ¿Qué pasa? gritó Recalde. Nada dije yo . Son pájaros. Se puede subir. Echa esa cuerda. Les eché una cuerda, que ataron al Cachalote, y luego, saltando como yo, de una piedra en otra, subieron al barco. Tomamos posesión, solemnemente, del Stella Maris.

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