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Paca, como de costumbre, hizo remilgos. «Ya no estaba para tales bromas; se le había acabado el humor; parecía mal que una mujer casada... Además, no se hallaba bien de vozPero, como de costumbre también, terminó por coger la guitarra y echar al aire su voz dulce y potente de contralto. La alegría se apoderó de todas las cabezas.

Todo ezo es mojama, amigo. ¡Ahora que tiene uzté los dos milloncetes en el borziyo, viene uzté con remilgos! Sentí aquella frase como un bofetón en la mejilla, y le dije, frunciendo el entrecejo, en tono áspero: Ruego a usted, Suárez, que no siga en ese camino, porque vamos a reñir. No tolero bromas sobre tal asunto.

Cuando volvimos a la sala, Amaranta me dijo: Desde que doña María y la marquesa decidieron que no viniera Inés, parece que falta algo en esta tertulia. Aquí no hacen falta niñas, y menos la condesa de Rumblar, que con sus remilgos impedía toda diversión. Nadie se había de acercar a la niña, ni hablar con la niña, ni bailar con la niña, ni dar un dulce a la niña.

En sus modales, si por algo pecaba, era por sobra de naturalidad y franqueza. La señora de Pinto, con relación a los remilgos afectados y a las ceremonias de París, era por demás llanota y campechana.

Don Jacinto estuvo más firme que una roca; eclipsó casi la memoria del hijo predilecto del patriarca Jacob, todo ello con tal dignidad y tan sin melindres ni remilgos, que la risa y la chacota, que el tío y sus dos amigos empezaron a mostrar, hubo pronto de trocarse en admiración y respeto.

Fuera aquél el perro del alcalde o dejara de serlo, era lo cierto que a todas las trataba por igual, y que de todas la estaba vengando a ella cumplidamente.... Pero ¿no era posible que después de concluir con las seis desventuradas niñas la emprendiese con la séptima, por lo mismo que a nadie conocía ni en remilgos se paraba?

Esto me vuelve loca... y de veras que estoy loca de amor. Aquí y sin apartarme de ella un instante, he de pasar toda la vidaLa pluma volaba y revolaba alrededor de la pastora, hasta que fué á posarse sutilmente sobre su hombro, y en él hizo mil morisquetas y remilgos con sus flecos.

Embelecos nerviosos y ráfagas de histerismo, afecciones de que Juliana se había reído más de una vez, atribuyéndolas a remilgos de mujeres mimosas y a trastornos imaginarios, que, según ella, curaban los maridos con jarabe de fresno.

Pues no de ónde ha salido el dicho de que esta gente fina gasta remilgos para comer; que, por cierto y mi vida, le aseguro a usted que mayor franqueza que en mi casa tuvieron en la mesa, no la tendrán en la suya.

Por Dios, no me deis jaquecas. Si estáis reventando por hacer las paces, ¿a qué tantos remilgos? Bien hago yo en no meterme en nada, bendita de ». Y de este modo se verificó aquella restauración, aquel restablecimiento de la vida legal.