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¿Ahora te desayunas la preguntó Sagrario con desenvuelta frescura , y con remilgos de beata te me vienes? Pues ¿qué ha hecho Leticia, entre otros cien ejemplos que pudiera citarte, sino buscar la patente esa, o aceptarla con gusto, por lo menos? Leticia no dice esas cosas... No; pero las hace. ¡Te aseguro, y bien lo sabes , que se aprovecha de la patente como el corsario de más hígados!

También van en el paquete unos cigarrillos egipcios... Elena miró risueñamente el nuevo traje del contratista, agradeciendo al mismo tiempo su regalo con remilgos y coqueterías. A continuación se presentó Moreno luciendo zapatos de charol, chaqué de largos faldones y sombrero duro, lo mismo que si estuviera en la capital y fuese á visitar al ministro.

Patria le decía con sus ojuelos que arañaban: «Abra usted, tonta, y déjese de remilgos». La señora decía: «¿Le parece a usted bien que abra?... ¿Cree usted que...?». Pero a Fortunata la ganó de súbito el decoro, y tuvo un rechazo de honor y dignidad. «Si esto sigue dijo , despertaré a mi marido. ¡Ah!, ya parece que se retira el ladrón, pues ladrón debe de ser...».

Doña Sol reía de su parquedad, del miedo con que tocaba a los platos y las copas. Gallardo acabó por admirarla. ¡Vaya un diente el de la rubia! Acostumbrado a los remilgos y abstenciones de las señoritas que había conocido, las cuales creían de mal tono comer mucho, asombrábase de la voracidad de doña Sol y de la distinción con que cumplía sus funciones nutritivas.

Pues nada, este infeliz se figura prosiguió el marica, sin hacer caso de la mirada recelosa que le dirigió que porque Fernanda Estrada-Rosa gasta algunos remilgos no le gustan las peluconas como a todo hijo de vecino... ¡Tonto, tonto, más que tonto! Hombre, Fernanda ya es otra cosa manifestó el Jubilado, que no estaba en el ajo Es una chica muy rica y no necesita casarse por el dinero.

Ya habrás visto a tus primas, ¿eh? Chiquillas, ¿qué le decís al primo? ¿Qué me dicen? Me han recibido como a la persona de más cumplimiento.... A ésta le quise dar un abrazo, y ella me alargó la mano muy fina. ¡Qué borregas! ¡Marías Remilgos! A ver cómo abrazáis todas al primo, inmediatamente. La primera que se adelantó a cumplir la orden fue la mayor.