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Después, como solía en lances tales, hizo caso omiso de la variedad de fenómenos relatados por la enferma, para fijarse en la causa una, y dijo: El histerismo es un Proteo. ¿Quién? preguntó Emma. Uno advirtió Bonis, luciendo sus conocimientos clásicos , que robó el fuego a los dioses.

La brionia se usa poco en el tratamiento de los derrames serosos, de los edemas, y por consiguiente en la hidropericarditis y el hidrotorax crónicos ó solamente subagudos. Es necesario, para que sea útil, que los fenómenos inflamatorios exacerben estas afecciones, del mismo modo que las adenitis, las úlceras, etc....., en la esfera de su accion aguda. =B.= Asma, histerismo.

5.º En algunas otras afecciones, tales como la flatulencia y los borborigmos rebeldes, en personas nerviosas de ambos sexos, con eretismo, facilidad ó disposicion á los espasmos y aumento de orina; diabetes; ciertos estados que se elevan hasta la epilepsia y el histerismo por medicaciones que han alterado el organismo, con palpitaciones, impotencia ó astenia genital, dependiente de la imaginacion ó de las medicaciones, así como algunos corizas crónicos y ciertos casos de artritis con debilidad muscular y sin alteracion de las funciones digestivas, pero con sequedad de la piel y aumento de las secreciones urinaria y mucosa.

«El público» es un demonio raro, una conciencia que, á pesar de su propensión á lo rutinario, á lo instituído, ofrece anomalías extrañas, crisis momentáneas, fuera de toda lógica y razón, en que el espíritu enorme de la colectividad se retuerce y ríe ó ruge, como una mujer en un ataque de histerismo.

Embelecos nerviosos y ráfagas de histerismo, afecciones de que Juliana se había reído más de una vez, atribuyéndolas a remilgos de mujeres mimosas y a trastornos imaginarios, que, según ella, curaban los maridos con jarabe de fresno.

Eso es afirmó el médico, que no conocía de la biografía de Proteo más datos que los conducentes a su cita . El histerismo añadió , como Proteo, toma infinidad de formas. ¡Ah, ! interrumpió con ingenuidad Bonis . Dispense usted, D. Basilio; el que robó el fuego a los dioses fue otro, fue Prometeo.... Me había equivocado.

Está indicado en ciertos casos de hipocondría, de histerismo, de asma nervioso, de coqueluche degenerada, cuando el estado general armoniza con el de anacardio y corresponde á las mismas causas, incluyendo en este mismo estado general la debilitacion de los sentidos, sus alucinaciones y su discrasia.

Heredero del genio de la raza eslava, movido por sentimientos impetuosos y demasiado vecinos de los instintos primitivos, Zakunine padecía, además, de ese histerismo que, según la ciencia moderna de las enfermedades nerviosas ha comprobado, no es solamente un doloroso privilegio del sexo femenino. Cosas verdaderamente increíbles se referían del Príncipe, de su tumultuosa juventud.

De todos modos, Fantomas era un tipo interesante. Tenía ojos de gato y dientes agudos de animal de presa. Era en aquellos días en que las autoridades le vigilaban celosamente los periodistas hemos fabricado el tópico de que los policías son muy celosos . ¡Le habían hallado una calavera y un pijama negro! Esto indicaba que se trataba de un apache peligroso, de un terrible souris de hotel. Fantomas se pavoneaba en la apoteosis de su gloria y fumaba cigarrillos turcos como una cocota. Realmente tenía un alma enferma de cocota en un cuerpo delirante de histerismo. Era un hombre marioneta, producto patológico de la vida artificial que empieza en una cena montmartresa del Palace y termina con una borrachera de éter en un burdel elegante. Valses vieneses, rameras viejas, pintadas y bien vestidas; artificio, morfina, pases de bacarrat... Todo esto formaba la careta de Fantomas la veladura de su fisonomía espiritual. En el fondo, yo creo que se trataba de un buen chico que tenía unos furiosos deseos de epatar y cogió un mal camino: el del hotel de la Moncloa. Pero él hubiera llegado a la escalerilla del patíbulo con tal de que la gente le creyese un hombre terrible. Era un enamorado de lo extraordinario, de lo singular, un sugestionado por los libros de andanzas policíacas. Aquí no se conoce bien su tipo modelo.

«Volver a aquella amistad ¿era un sueño? El impulso que la había arrojado dentro de la capilla ¿era voz de lo alto o capricho del histerismo, de aquella maldita enfermedad que a veces era lo más íntimo de su deseo y de su pensamiento, ella misma?». Ana pidió de todo corazón a Dios, a quien claramente creía ver en tal instante, le pidió que fuera voz Suya aquella, que el Magistral fuera el hermano del alma en quien tanto tiempo había creído y no el solicitante lascivo que le había pintado Mesía el infame.