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Actualizado: 21 de mayo de 2025


Bracamonte, reconociendo al pronto la voz, replicó sin vacilar: Ya sabe vuesa Reverencia que, según los antiguos, la pendiente de la tiranía todo está en empezalla; y si a tal se atreven con Aragón, que tan celosamente ha guardado hasta aquí sus libertades, ¡qué no osarán luego con nosotros, que estamos ya harto desplumados y listos para la olla! Ramiro sintió que le apretaban el brazo.

Así el empresario, para la organización de su compañía, necesitará elegir una actriz ó actor «tipo», que encarnará un grado, X, de perfección artística, y con arreglo á este modelo deberá luego buscar los otros elementos, procurando celosamente que ninguno de ellos le sea muy superior, ni tampoco excesivamente inferior, sino que todos se hallen «á tono», ó, lo que es lo mismo, que ocupen aproximadamente el mismo nivel, porque nada perjudica tanto al «reparto» y dichoso éxito de una obra teatral, como esas absurdas compañías extranjeras que suelen visitarnos, y en las cuales vemos frecuentemente agrupados, alrededor de un artista de mérito deslumbrante y magnífico, diez ó doce tipos, borrosos anodinos, insoportablemente vulgares.

Cian termina y resume su memoria: «Aquellos hombres dice arrojados de su patria, obligados á vivir entre las desconfianzas, las envidias, los rencores antiguos y recientes, en país extranjero, guardan celosamente el culto de la patria en su corazón, y al mismo tiempo se enlazan en afectuosa amistad con algunos de los nuestros y de los mejores, estudian y adoptan é ilustran la lengua y la literatura del país que les ha dado hospitalidad; pero cuando ven que algún italiano quiere lanzar la más leve sombra sobre el honor literario de España, se levantan con fiereza caballeresca, propia de su raza, y no temen defenderse, y pasar muchas veces de la defensa á la ofensa vigorosa y audaz... No podemos menos de sentir una admiración profunda por estos emigrados que en tan breve período de años respondieron tranquilos y altivos, con la mejor de las venganzas, á las injurias de la fortuna, á las persecuciones, á los odios de los hombres que pretendían extinguirlos; y se levantaron y se purificaron á los ojos de la historia, á nuestros propios ojos, á los ojos de aquellos mismos que creían y aspiraban á verlos aniquilados para siempre.

En cuanto amaneció, Lita pidió a miss Mary los útiles y la lana celeste, y se puso a tejer y tejer... Otra semana más de trabajo, y quedó concluida la colcha celeste... Otra semana más, ¡y también la colcha rosada!... ¡Ya no le restaba nada que hacer, sino guardar celosamente su obra, su tesoro!...

Suele en los tratados de ética comentarse un precepto moral de Cicerón, según el cual forma parte de los deberes humanos el que cada uno de nosotros cuide y mantenga celosamente la originalidad de su carácter personal, lo que haya en él que lo diferencie y determine, respetando, en todo cuanto no sea inadecuado para el bien, el impulso primario de la Naturaleza, que ha fundado en la varia distribución de sus dones el orden y el concierto del mundo.

En resolución, y por el estilo mencionado, rindiendo cuentas exactísimas, y demostrando matemáticamente que hacía ganar al marqués tres o cuatro mil duros al año con administrar tan fiel y celosamente sus bienes, D. Acisclo vino a quedarse con casi todos ellos.

Y luego, dirigiéndose a , añadió: Yo no quisiera que se extremara tanto en sus devociones; pero no se la puede contener. Su alma es muy vehemente, y una vez que logré dirigirla al santo fin que me proponía, hase inflamado en una piedad estupenda. Es un fuego abrasador su espíritu, no un vano soplo, y la creo capaz de grandes cosas en la esfera de la vida mística que tan celosamente ha abrazado.

Viendo a mi amada cruz en tal estado, corrí por ella, e hincándola entre la raíz de una encina, me puse a adoralla. Consérvola aún celosamente, por la injuria que sufrió, como si fuera hecha de los huesos de un mártir de Roma. El sol acababa de ocultarse. Los cerros del poniente recortaban escueto y pardo perfil sobre el horizonte de fuego.

En otro tiempo y otras circunstancias, el conocimiento de aquella pasión tan celosamente oculta, hubiera sido para él motivo de insensata delicia. Ahora era causa de aflicción, con un algo de reminiscente melancolía. Se le representaron los días en que ella le intimidaba con sus desvíos vagos, cuando en las frases de Julio moría la indecisa ternura como flor que al punto de brotar se hiela.

Palabra del Dia

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