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Actualizado: 24 de junio de 2025
La Regenta no tuvo que cerrar la puerta del caserón a nadie, como se había prometido, por que nadie vino a verla, se supo que estaba muy mala, y los más caritativos se contentaron con preguntar a los criados y a Benítez cómo iba la enferma, a quien solían llamar esa desgraciada. Ana prefería aquella soledad; ella la hubiera exigido si no se hubiera adelantado Vetusta a sus deseos.
Para lo que yo hago en este mundo... no sé... valdría más... ¡Ay, qué desgraciada soy! ¡Re...! ¡Bendita sea tu alma! Lo primerito que le pido al Señor, lo juro por estas cruces, es que te mueras. Las dos se echaron a llorar. En tanto doña Lupe sostenía una gallarda disputa con Severiana. «Ya lo he dicho y no hay más que hablar.
Apenas se había apartado algunos pasos, cuando la doliente, quitándose del cuello la Santa Reliquia, empezó á llamar con palabras amorosas á sus galanes y en ademán de quien se abrazaba con alguno, acabó la vida, dejando á sus parientes afligidos y desconsolados por muerte tan desgraciada.
Esta ciudad, tanto por su situación en territorio que fue de los celtíberos, como por la alusión de los nombres, es indudablemente la famoso Turba o Túrbula de la España primitiva: sus habitantes los turditanos, turboletas o turbuletas, cuya capital fue Turba, estuvieron en guerra con los de Sagunto por cuestión de límites: es consiguiente que aquellos, no solo no se opondrían a la ruina de la desgraciada ciudad, sino que serían los primeros en acometerla al frente de su poderoso auxiliar el ejército de los cartagineses, de quienes Turba fue constante aliada.
¿Pero quién os ha dicho eso? El bufón del rey, padre ó amante, ó qué sé yo, según dicen, de esa Dorotea, de esa dama de comedias, que es amante pública del duque de Lerma; ¡esa miserable! Tal vez desgraciada. Nunca he creído desgraciada, sino infame, á una mujer tal; ¿una perdida que se ha atrevido á poner la lengua impura en la honra de la reina? Estáis irritada... irritada acaso sin razón.
La voz de Miguel dejó de ser suplicante, estremeciéndose con un temblor de cólera. ¿Cómo podía ser él un obstáculo para su tranquilidad? ¿No acababa de decirle que sólo quería ser un compañero de su desgracia, olvidado del amor, con un afecto neutro y dulce, igual al de la amistad?... Ahora que era desgraciada, sentía con más vehemencia el deseo de permanecer á su lado. ¿Por qué capricho absurdo huía de él?
Y sin hacer caso de las observaciones del doctor, la Nela, firme en su puesto como lo estaba en su tema, pronunció solemnemente esta sentencia: No debe haber cosas feas.... Ninguna cosa fea debe vivir. Pues mira, hijita, si todos los feos tuviéramos la obligación de quitarnos de en medio, ¡cuán despoblado se quedaría el mundo! ¡Pobre y desgraciada tontuela! Esa idea que me has dicho no es nueva.
¿Es esa una orden que me da el Rey? preguntó altiva. Lo es, Flavia. Orden que obedecerás... si me amas. ¡Ah! exclamó, con expresión tal que le di otro beso. ¿Sabes quién ha escrito eso? preguntó. Creo saberlo. El aviso proviene de persona que es buena amiga mía, y más diré, lo envía una mujer desgraciada. Precisa contestar que estás indispuesta, Flavia, y no puedes ir a Zenda.
»A causa de las escenas violentas a que se entregaba, me compadecían nuestros vecinos. Admiraban mi resignación, que no se debía, seguramente, a la indiferencia. Era demasiado desgraciada para ocuparme de ciertas pequeñeces. »La tristeza de Teobaldo aumentaba de día en día.
No; y precisamente por eso se alejó de mi hijo, pues no quiso contraer deudas para asociarse á sus gastos... ¡Ese fué el principio del desastre! Perdóneme usted si insisto, pero es de toda necesidad. ¿Cuando Jacobo conoció á esa desgraciada mujer que le condujo á la locura... á esa Lea Peralli, estaba todavía Sorege en buena amistad con él? Seguramente.
Palabra del Dia
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