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No es eso, tontuela; habla de la belleza en absoluto... ¿no entenderás esto de la belleza ideal?... tampoco lo entiendes... porque has de saber que hay una belleza que no se ve ni se toca, ni se percibe con ningún sentido. Como, por ejemplo, la Virgen María interrumpió la Nela a quien no vemos ni tocamos, porque las imágenes no son ella misma, sino su retrato. Estás en lo cierto: así es.

Vete á jugar, repitió la madre, pero no te internes mucho en el bosque, y ten cuidado de venir en el instante que te llame. , madre, respondió Perla, pero si fuere el Hombre Negro, ¿no quieres permitirme que me quede un rato para mirarlo con su gran libro bajo el brazo? Vete á jugar, tontuela, dijo la madre impaciente, no es el Hombre Negro. Ahora puedes verlo por entre los árboles.

De sociedad gusta poco; le convidaron a algunas casas, porque parece que su padre, el cabecilla, era una persona distinguida de las Provincias, y está emparentado con los Puenteancha, y con los Mijares, que son Urbietas de apellido... pero se vendía tan caro, que en todas partes se andaban pereciendo por tenerle.... Una vez, porque bailó un rigodón en casa de Puenteancha con Isabelita Novelda, hubo broma toda la noche... le dijeron que ya podía domar osos y tomar a Plewna sin artillería.... Isabelita estaba más hueca que... y luego resultó que era que la Puenteancha se lo había pedido por favor, y él le había contestado: bueno, bailaré con la primera que encuentre... encontró a Isabelita, y zas, la invitó.... Cuando se supo, ¡figúrate la tontuela de Isabelita qué cara pondría!

¿Qué significa la letra, madre mía? y ¿por qué la llevas ? y ¿por qué se lleva el ministro la mano al corazón? ¿Qué le diré? se preguntó Ester á misma. ¡No! Si este ha de ser el precio del afecto de mi hija, no puedo comprarlo á tal costo. Después habló en voz alta. Tontuela, le dijo, ¿qué preguntas son esas?

Pues es preciso comer; haz un esfuerzo... ¿Es que no comes para hacerme rabiar?... Ven acá, tontuela, echa la cabecita aquí. Si no me enfado, si te quiero más que a mi vida, si por verte contenta, firmaba yo ahora un contrato de catarro vitalicio... Dame un poquito de esa camuesa... ¡Qué buena está! Déjame que te chupe el dedo...». Iban llegando los amigos de la casa que solían ir algunas noches.

Mira, Roberto dije, en resumidas cuentas, no soy más que una tontuela; pero muy bien lo que es el amor, y no son sólo los poetas los que me lo han enseñado. Hace tiempo que lo siento en el fondo de mi corazón. ¿Amas a alguien? me preguntó. Yo me ruboricé y sacudí la cabeza. ¿Cómo puedes entonces sentirlo en el fondo de tu corazón?

Esa ilusión es demasiado bonita para que pueda engañar. JOAQUÍN. ¿Por qué lo dices?... ¿Porque te lo he prometido muchas veces, y nunca lo he cumplido? Ahora... ISIDORA. Ni ahora ni nunca. JOAQUÍN. El mundo es olvidadizo, tontuela. ISIDORA. Pero no tan olvidadizo que... JOAQUÍN. Y en seguida que nos casemos, haremos un viaje por Italia y Suiza.

Oye una cosa, tontuela prosiguió el médico . Ahora has de vivir con uno de nosotros. Florentina se queda aquí, yo me marcho. Decídete por uno de los dos. ¿A cuál escoges? Marianela dirigió sus miradas de uno a otro semblante, sin dar contestación categórica. Por último se detuvieron en el rostro de Golfín.

¡Cómo lo has de ver, Ricardo, si has demostrado mil veces que eres incapaz de conformarte con tu suerte y hasta has pensado en que tu vida debía concluir el día en que una tontuela casquivana te dijo que no le daba la gana de quererte.

Y sin hacer caso de las observaciones del doctor, la Nela, firme en su puesto como lo estaba en su tema, pronunció solemnemente esta sentencia: No debe haber cosas feas.... Ninguna cosa fea debe vivir. Pues mira, hijita, si todos los feos tuviéramos la obligación de quitarnos de en medio, ¡cuán despoblado se quedaría el mundo! ¡Pobre y desgraciada tontuela! Esa idea que me has dicho no es nueva.