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Actualizado: 4 de julio de 2025
Mire usted si lo será, que casi no me atrevo... En verdad, tiene que ser algo muy serio para que te dé tanto reparo a ti, querida sobrina. Pero veamos, ¿de qué se trata? De cosas que no son propias ni de mi edad, ni de mi posición. Vamos, habla de una vez, tontuela.
Yo reconozco que en esta casa hace falta un chiquitín. También yo lo deseo tanto como vosotras; pero esto, hija de mi alma, no se puede ir a buscar a las tiendas, ni lo debe traer Estupiñá debajo de la capa, como las cajas de cigarros. El parecido, convéncete tontuela, no es más que la exaltación de tu pensamiento por causa de esa maldita novela del niño encontrado.
Entonces puedo ir a felicitarlos ahora mismo dije. Tontuela dijo ella. Pero antes de que pudiera poner mi proyecto en ejecución, vi que la puerta del cuarto contiguo se abría, y por ella salir lentamente, como si saliera de un ataúd, a Roberto, al primo Roberto, con el rostro terroso, la frente cubierta por gruesas gotas de sudor. Yo también sentí al verlo que la sangre se retiraba de mi cara.
¡Ya me extrañaba a mí que tú no metieses la cucharada! ¿Quién te pide a ti consejo, ni qué se me da a mí que tú lo encuentres malo o bueno?... ¡Es decir, que mamá se calla, y que esta tontuela ¡mentecata! se ha de meter siempre en mis cosas!... Yo hago lo que me parece; ¿sabes?... Me dejo las patillas o me las quito; ¿sabes?... Y tú te callas; ¿sabes?...
Me encolerizaba con Fenella, porque le decía cosas verdaderamente muy duras, y en el momento en que se escapa por la ventana, detuve mi lectura para exclamar. ¡Ah, tontuela, un hombre tan delicioso! Al pronunciar estas palabras levanté los ojos, y lancé un gran grito al ver al cura de pie, delante de mí. Estaba cruzado de brazos y me miraba estupefacto.
¡Bah! tontuela, nadie juzga a usted así me dijo con bondad la de Ribert. No llore usted más, no sea niña... Tranquilízate añadió Genoveva enjugándose los ojos, muy encarnados. Te lo ruego; me das pena... Al fin logré dominarme y me decidí a guardarme el pañuelo en el bolsillo. Vamos, ¿se acabó la pena? me preguntó amablemente la de Ribert dándome un beso.
Palabra del Dia
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