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Por eso me decidí a abrirte enteramente mi alma y a poner en tus manos fieles y seguras la vida de muchos hombres generosos... Yo soy muy débil, Ricardo mío; no soy más que una pobre niña incapaz de luchar ni de resistir... ¡No me abandones..., por Dios, no me abandones!... El joven presintió el peligro mucho más próximo y exclamó: ¡Acabemos de una vez, María, y sepamos de qué se trata!

Hubiera podido escribirte; pero temí que no contestases ó me enviaras simplemente á entenderme con tu apoderado en París. ¡Hace tanto tiempo que no nos vemos! ¡Ha sido tan rara nuestra amistad!... Por eso, finalmente, me decidí anoche á venir á sorprenderte en tu retiro, con la esperanza de que no me pondrías en la puerta. Miguel sonrió, haciendo un gesto de escandalizada negativa.

Sin pasar de aquel día, decidí enamorarme con locura de mi encantadora vecina, y no desperdiciar la primera ocasión que se me ofreciera para declararle mi pasión. ¡Ah! Ya te veo venir, amigo Felipe dijo Amaury riendo; pero ya creía yo que habías olvidado aquella aventura en la que tuve la desgracia de ser tu rival, llevándote dos días de delantera.

Milord, esa señora baja del coche en el zaguán, atraviesa el vestíbulo, sube por esa escalera y se mete en su habitación, que está en el primer piso... No tardará en llegar... Salí á la acera y me levanté el cuello del gabán. Hacía frío aquella noche, aunque estábamos en abril, y, fumando y paseando, me decidí á esperar.

Vuelto á casa, me sorprendí al vestirme hallando en mi cuello el despedazado pañuelo que había olvidado entregar á la señorita Margarita. Ella ciertamente lo creía perdido, y me decidí á apropiármelo como premio de mi húmedo torneo.

«Yo no lo que es, amiga mía; pero la ministra, de unos días a esta parte me ha preguntado como unas seis veces si la había visto a usted... 'Yo no voy me dijo ; pero hay que mirar algo por ella, y no abandonarla como a un perro'. Por esto me decidí a venir, y ahora me alegro, porque veo que usted me ha recibido, y que continuaremos siendo buenos amigos. Quedamos en que vendrá Quevedo.

Pocos sitios más tétricos que aquél. El puerto era un fiordo flanqueado por montañas altísimas, con rocas desnudas y siniestras; el suelo, fangoso e inculto. A pesar de que la tripulación quería descansar allí, yo decidí seguir adelante hasta recalar en la bahía de la Soledad de las islas Malvinas.

Entonces decidí dar una vuelta por provincias haciendo tarjetas heráldicas... Y ahora, cuando vuelva a Madrid, trataré de establecerme en otra parte. El viejo tose y vuelve a toser, encorvándose, poniéndose la mano delante de la boca. Después, cuando ha acabado de comer lo que le han traído, saca una petaca y trata de hacer un cigarro. Pero Sarrió no le deja.

Mi resolución acabó de afirmarse al leer en los periódicos que Rodolfo V iba a ser coronado solemnemente en Estrelsau tres semanas después y que la ceremonia prometía ser magnífica. Decidí presenciarla y comencé mis preparativos de viaje sin perder momento.

Yo me decidí a intentar bailar el fandango al son del tamboril; pero, como no sabía mover los pies, hice que se rieran de las mujeres y los hombres. ¡Bravo, Shanti! ¡Bravo! me gritaban los viejos pescadores, que se acercaron a mirarme todos en fila, con las manos metídas en los bolsillos del pantalón. Creo que estoy bailando como un lobo de mar le dije a Mary. Ella no pudo contener la risa.