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Actualizado: 24 de mayo de 2025


El obispo de Córdoba apuraba en vano sus instancias aun presentándole á cada palabra el nombre de su madre, pero ya cansada de escuchar desobedeció la órden y los ruegos de este, y preparándose á salir: «Dejadme, dijo, es un deber sagrado el que no me detenga á nada en este viageEntonces el obispo mandó á cerrar la puerta, dejando de la parte de dentro á la desgraciada Doña Juana.

Debo orar junto á esta desgraciada, y tanto más, cuanto que es hija de otra infeliz, á quien he amado mucho, antes de dejar el mundo. Y yo necesito apartar de aquí á don Juan. , ; lleváoslo. Esperad, esperad dijo don Juan levantándose y dando algunos pasos hacia Dorotea. ¡Que hacéis! dijo dulcemente el padre Aliaga. ¡Dejadme, por Dios, que la vea la última vez!

Tónica estaba seria y decía con triste ingenuidad: Reconozco que si encontrase un hombre honrado, trabajador y humilde como yo, que quisiera admitir a mi desgraciada amiga, me tendría por muy feliz.... Pero en fin, hoy por hoy no hay que pensar en tonterías.

Las ansias amorosas se cruzaban en su espíritu con temores vagos, y al fin venía a considerarse la persona más desgraciada del mundo, no por culpa suya, sino por disposición superior, por aquella mecánica espiritual que la empujaba de un modo irresistible.

Ya la desgraciada joven del ruso empezaba a comprender la certeza de su desdicha, cuando entró en el despacho un mozo como de veinticuatro años, el cual, llegándose a ella con muestras de confianza, le dijo: «¿Conque usted por aquí, Isidora?... ¡Y en qué momento tan triste!... ¿Pero no me conoce usted? ¿Tan desmemoriada estamos, Isidora? ¿No se acuerda usted de D. Pedro Miquis, el del Toboso, que iba muchas veces al Tomelloso a buscar a su tío de usted, el señor Canónigo, para salir juntos de casa?

El tiempo borra más de prisa los surcos de la memoria que las cicatrices de la carne. Si vamos a medir con cuidado, más pierde tu hijo en su reputación que la hija de Belarmino en la suya. Pero existe una consideración, de la cual debemos hacernos cargo. Impidiendo el matrimonio, ¿decretamos que Angustias sea una desgraciada? Yo digo que no; eso es pan de todos los días.

Me he apoyado contra una columna, la única que, como el noble huérfano de una familia desgraciada, ha quedado de pie; cerca de había un gran olmo, cuya copa, calcinada por el sol, destacaba apenas de entre las ruinas.

»No hablo de la salud de vuestra hija Marta, que, a juzgar por vuestras cartas, debe ser una persona débil y enfermiza, incapaz por consiguiente de llevar con vigor el peso de una labor tan grande y de hacer la felicidad de Roberto; tan sólo el pensamiento de verla entrar en casa de mi hijo con las manos vacías basta para convencerme de que sería desgraciada y no podría menos que hacerlo desgraciado a él mismo.

, se llamaba Margarita; según me dijo después en algunos intervalos de razón aquella desgraciada, porque se había vuelto loca, había salido de su casa con un soldado, había corrido con él algunas tierras, y al fin habían venido á parar á Madrid, donde el amante vivía de las estocadas á obscuras que daba por la villa, la maltrataba y, por último, la había exigido que se prostituyese para ayudarle á vivir.

¡Infierno! ¿es que la desgraciada se ha vuelto loca? exclamó el gitano, y quiso tomar una mano de la joven, pero este movimiento le arrancó un grito penetrante. Su fractura era viva y sangrienta. De pronto se oyó un ruido, al principio sordo y confuso, en la dirección de la puerta del jardín.

Palabra del Dia

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