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Actualizado: 12 de julio de 2025


No se veía mas que la entrada de un río entre la niebla espesísima. En medio de la bruma de un cielo polar se destacaban promontorios avanzados, grises, sin vegetación, y hacia tierra pantanos negros, por encima de cuyas aguas inmóviles volaban nubes de pájaros. Todavía seguía el crepúsculo cuando nos acercamos al pontón.

En el interior se veian numerosos y humildísimos sepulcros casi á flor de tierra, en medio de los cuales se destacaban innumerables cruces negras coronadas de guirnaldas, y con hojas negras de laton en que se veian en letras blancas ó amarillas los nombres de los que reposaban en la paz de la inmortalidad.

Una ancha mesa, con un dorado sitial en el centro, y otra formando martillo con aquella, provista de trece tinteros sujetando bajo su base blancas cuartillas, se destacaban en el testero de la derecha.

Si al principio los murmullos de arriba y abajo no permitían oír claramente su voz, poco a poco fueron acallándose los ruidos y siguió claro y solemne el discurso. Las palabras se destacaban sobre un silencio religioso, fijándose de tal modo en la mente que parecían esculpirse. La atención era profunda, y jamás voz alguna fue oída con más respeto.

Sin embargo, no temía la persecución. Mirando al cielo, vio que las estrellas de oriente palidecían, y que las lejanas cumbres, perdida su espectral blancura, se destacaban ya con sombrías tintas sobre un cielo cada vez más argentino. El día se le venía encima.

Agolpáronse los invitados en torno á la mesa, admirando los grandes platos que ocupaban su centro, como algo imposible de conquistar. Eran magníficos pasteles y pirámides de frutas enormes, que se destacaban majestuosos sobre otras cosas de menos importancia.

Entre los pliegues de un vastísimo pañuelo del mismo color, se destacaban dos manos blancas, finísimas, de un contorno y suavidad admirables.

En la penumbra se destacaban las manchas rojas de los pantalones de la tropa y los correajes amarillos de los guardias. Los que habían contenido en el encierro a estas fuerzas, creían llegado el momento de esparcirlas. Durante algunas horas, la ciudad se había entregado, sin resistencia, fatigándose en una monótona espera por la parsimonia de los rebeldes. Pero ya había corrido la sangre.

Entre los obscuros tonos de aquella multitud se destacaban ya las toquillas de vivos colores de las mujeres, ya el casco de un arquero herido por los rayos del sol. En el centro de la llanura, quedaba el espacio cercado que se destinaba á las justas, con gradas y tribunas engalanadas con multitud de gallardetes y banderas.

El piso de esa cloaca era de tierra apénas apretada y estaba casi todo cubierto de montones de paja sucia y empapada por la humedad. Ningun mueble se veia en el centro, y solo en dos rincones se destacaban las sombras de algunas esteras de tamo en forma de colchones enrollados.

Palabra del Dia

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