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Actualizado: 20 de mayo de 2025
Adquirían un sentimentalismo conmovedor, una unción religiosa en el silencio del campo, como si aquella poesía ingenua y gallarda, cansada de rodar sobre las mesas, manchadas de vino y de sangre, se rejuveneciera al tenderse soñolienta en los surcos de la tierra bajo los pabellones de pámpanos. La voz de María de la Luz era famosa en la ciudad.
Desgraciadamente, un día los hombres inventaron los bolsillos, y desde entonces cada uno trata de meter en los suyos lo que debiera estar a la disposición de todos... En el Casino de San Sebastián, los empleados de las mesas de juego carecen de bolsillos.
Las condiciones del duelo se redujeron a que, una vez el sable en la mano, cada uno de los dos combatientes hiciese lo que Dios le diera a entender. Se cerró la puerta de la sala. Las mesas y las sillas se apartaron en un rincón para despejar el terreno. Las luces se colocaron de un modo conveniente.
El coronel, que vivía muchos años en Monte-Carlo sin tropezarse con otros compatriotas que los que encontraba alrededor de las mesas de ruleta, había sentido un orgullo patriótico al conocer á este profesor, dos meses antes. ¡Un sabio!... ¡un famoso sabio! exclamaba al hablar de su nuevo amigo . Para que digan luego que todos los españoles somos brutos...
Entro y lo primero que me veo es una pareja... en las mesas de la derecha... Quedeme mirando como un bobo... Eran un señor y una mujer vestida con una elegancia... ¿cómo te diré?, con una elegancia improvisada. «Yo conozco esa cara», fue lo primero que se me ocurrió.
Pasaba por allí casualmente de retirada, cuando me llamaron unos amigos de Medina, Rafael Sánchez y Felipito el de D. Paco, á quien tú conoces. Entré, charlé cinco minutos, bebí una copa y me fuí á la cama. Ni yo conozco á las tales mujeres, ni jamás he dormido ni pienso dormir debajo de las mesas. Pero Soledad no quiso creerle.
Es muy buscado y está convidado a las mejores mesas, así por su divertida conversación, como por su extraordinaria fama de hondo conocedor y perito en todas las artes del deleite. El Barón pasa por el gourmet más delicado que hoy vive, paladea y olfatea en Francia.
Al quedar solo el príncipe, se borran poco á poco de sus ojos el vaso que tiene delante, las mesas inmediatas, el gentío sentado en torno del «queso». Su visión se contrae y se hunde, para contemplar otras imágenes que guarda su memoria. Llegó en la mañana á Monte-Carlo. Sólo van transcurridas unas horas, ¡y ha visto tanto!...
Con desprecio mezclado de repugnancia observó la pared del ventorrillo, que parecía un mal establo, el interior de la tienda o taberna, las groseras pinturas que publicaban el juego de la rayuela, el piso de tierra, las mesas, el ajuar todo, los cajones verdes con matas de evónymus, cuyas hojas tenían una costra de endurecido polvo, el aspecto del público de capa y mantón que iba poco a poco ocupando los puestos cercanos, el rumor soez, la desagradable vista de los barriles de escabeche, chorreando salmuera...
»A las once del día el dicho Fiscal costeó la comida a toda la Familia y a la demás Nobleza que no lo era, y en los entresuelos de la Casa tuvo siete mesas juntas con manteles de 44 palmos y 30 tabuletes porque cupiera mayor número, y desde el Sr.
Palabra del Dia
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