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Actualizado: 8 de junio de 2025
La Compañía hacia grandes daños á su paso por Salónica y los conventos del monte Athos. Una vez en la verdadera Grecia, el duque de Atenas, Gautier de Brienne, descendiente de los cruzados franceses, la tomaba á sueldo. Trataron con desprecio los caballeros francos á estos guerreros medio salvajes, y los almogávares, poco sufridos de carácter, se enemistaban con ellos.
Conocíase adorado Cervantes por la hermosísima doña Guiomar y por la bellísima Margarita amado, y dolíale, y no sabía qué hacerse, y acometíanle un tumulto de tentaciones que consigo mismo le enemistaban; porque si bien él era mozo galanteador que no reparaba en inconvenientes, hasta entonces, como ya se ha dicho, con amor no había dado que le obligase y en tristezas y cuidados le pusiese; y encontrábase entre dos mujeres, ambas merecedoras de todo respeto y homenaje; y puesto que Margarita le pareciese hermosa a maravilla, y dulce y enamorada, parecíale doña Guiomar una divinidad; y no había lugar a que dudase; que tratándose de que perdiese su libertad bajo el yugo, tal vez durísimo, del himeneo, doña Guiomar era sin contradicción y sin sombra de duda su escogida y su bien amada; y como él no pudiera partirse en dos, o no hubieran de llegar a hechos las tentaciones que por Margarita sentía, o había de tenerla por amiga, cosa que los hidalgos y cristianos pensamientos de Cervantes repugnaban; que tratándose de una doncella tal, y tan mal aventurada, y tan cuitada como Margarita, infamia hubiera sido, prevaleciéndose de sus inocentes amores y de sus desdichas, perderla en la deshonra como una hembra de poca valía, en malos pañales criada y a todo puesta; así es que Cervantes no sabía qué hacerse; que si los amores de Margarita, que ya se mostraban harto claros, no aceptaba, heríala a un tiempo en su vanidad y en su amor, y aceptándolos la perdía y a doña Guiomar ofendía, y él mismo se ofendía en sí mismo en las dos; que no se puede ir por un mal camino sin exponerse a caer en los despeñaderos que en él se encuentran, y tanto más, que estos caminos malos son resvaladizos, y una vez entrados en ellos, atrás no podemos volvernos y nuestra perdición es segura, y quien en el peligro se mete conociéndole, las desventuras que le sobrevengan merece.
Pero era el caso, que aunque muchos me solicitaban, y me escribían versos, y me daban música, y por mí con otros se enemistaban y reñían, haciendo de mi calle palenque nocturno, donde más de alguno dejó entre rabiosas y celosas ansias la vida, yo no me agradaba de nadie ni quería agradarme, y no había rendimiento que me incitase ni merecimiento que me rindiese; visto lo cual por don Francisco de Rivalta, y creyendo, acaso, por el cariñoso modo de mi trato con él, que a pesar de sus años y sus dolencias yo le amaba, y que si yo no se lo mostraba, a causa era de mi recato, propúsome un día, todo tembloroso, como aquel que teme encontrar la muerte en su propio atrevimiento, si quería con él casarme.
Palabra del Dia
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