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Actualizado: 12 de junio de 2025


En otros muelles se alineaban á miles los pares de ruedas grises, sostén de cañones y furgones; las cajas enormes como viviendas que contenían aeroplanos; las piezas de acero que sirven de andamiaje á la artillería gruesa; cajones de fusiles y cartuchos; enormes paquetes de conservas alimenticias y de materias sanitarias; todo el avituallamiento del ejército que peleaba en el extremo remoto del Mediterráneo.

El gigante se había detenido al llegar al puerto, y la muchedumbre que le seguía se detuvo igualmente. Al ver llegar al Hombre-Montaña huyeron todos los que trabajaban en los muelles trasladando á varios buques mercantes los víveres amontonados para el avituallamiento del ejército y de la flota.

Ni un solo carro de avituallamiento, ni un emisario que le trajese explicaciones acerca de su futura alimentación. Decididamente, le habían olvidado. Gillespie, ruborizándose un poco, empezó á hablar con cierta dificultad, como si abordase un tema algo inconveniente: Miss, los compatriotas de usted me han dejado en un traje poco presentable.

Cuatro meses después, el capitán Ferragut estaba en Barcelona. Había hecho durante este tiempo tres viajes á Salónica, y en el segundo tuvo que comparecer ante un capitán de navío del ejército de Oriente. El marino francés estaba enterado de sus expediciones anteriores para el avituallamiento de las tropas aliadas; conocía su nombre, y le miró como un juez que se interesa por el acusado.

Y como el ministro de la Guerra, preocupado por el avituallamiento y la suerte de los ejércitos en retirada hacia el Marne, no se acordó de que exista en el mundo un comandante Pierrefonds encargado de unos cuantos centenares de capotes viejos, el belicoso numismático pudo ver desde una ventana de su casa cómo llegaban á la ciudad los primeros pelotones de hulanos.

El enamorado capitán era incapaz de abandonar un instante el recuerdo de su protegido, y á la caída de la tarde, cuando ya desesperaba éste de satisfacer su apetito, empezando á calcular la posibilidad de una invasión de la capital en busca de comida, vió cómo avanzaban por la playa unas cuantas máquinas rodantes, negras y sin adornos, de las que servían para el avituallamiento del ejército.

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