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Actualizado: 10 de junio de 2025
Los había de ellos que en muchos años no habían ido a la plaza, desde que se retiró el «negro». ¿Para qué? Contentábanse con leer las reseñas de los periódicos, convencidos de que no había toros, ni siquiera toreros, desde la muerte de Frascuelo. Niños andaluces nada más; bailarines que hacían monadas con la capa y el cuerpo, sin saber lo que era «recibir» un toro.
La esplendidez y el regalo sibaríticos de los toreros, manteniendo y haciendo florecer colmados, figones y tiendas de andaluces y de montañeses, pone ya y seguirá poniendo a este mal oportuno reparo y castizo remedio.
En Cádiz, en el Puerto, en Sevilla y en otros lugares andaluces, había pasado su primera mocedad, tratándose con majos, contrabandistas, chalanes y otra gente menuda, sin picar al principio muy alto y sin elevarse sino muy rara vez hasta los señoritos. Así es, que en dicha primera mocedad, había sido algo descuidadilla.
Hasta entonces no había ocurrido ninguna colisión sangrienta entre imperiales y andaluces.
Yendo del Carpio á Almodóvar del Rio dejamos á la derecha del Guadalquivir la antigua Onova, hoy Villafranca; luego, á una y otra márgen, á Casablanca y Alcolea; mira en las Ventas, donde pastan las célebres yeguadas de la Regalada, el suntuoso y moderno puente de mármol negrizco que escitaba la admiracion del viajero Ponz, y del cual dicen los andaluces para ponderar su lindeza, que cuando los soldados de Napoleon lo vieron preguntaron si estaba hecho en Francia.
Estos colmados andaluces resumen el carácter de la región: son pequeños, pintorescos y complicados. Salí del colmado, fuí a un café de la calle Ancha, tomé unas copas de licor y me marché de allí dispuesto a todo. Era ya de noche; mis botas metían un ruido tremendo por las calles desiertas.
Los andaluces iban afeitados, con ancho sombrero, chaquetilla de terciopelo color de vino y grandes tufos sobre las orejas. Los manchegos y castellanos usaban gorra de pelo, llevaban bigote recortado y chaquetón de paño pardo; únicamente su color, de un bronceado oriental, los distinguía de los paletos manchegos, cuyo traje imitaban.
Los «latinos», como usted dice, Maltrana, somos bellamente ligeros, más «alados» que estas gentes del Norte. Se ve la influencia aristocrática de los conquistadores andaluces en los pies breves y graciosos de las sudamericanas. El indio también tiene el pie pequeño... Pero ¡quién sabe si el mundo no está destinado a ser una presa de los pies grandes!
Melones, no respondió Villa. Con los catalanes no hay competencia en ese ramo. Los demás reían y Llagostera se amoscaba inmediatamente, y principiaba a poner a la Andalucía y a los andaluces como hoja de perejil. Aquí no hay formalitat, ¿sabe? Busté va, pongo por caso, a un café y pide media copa de cognac, y le cobran treinta santimos.
Y recordando a tres segadores andaluces muertos de asfixia, según había leído en uno de sus papeles, intentaba en vano mirar de frente al sol y le amenazaba con el puño cerrado. ¡Asesino!... ¡Reaccionario!... ¡Lástima que no estés más abajo el día de la gorda! Cuando llegó al depósito de mercancías, detúvose un momento a descansar.
Palabra del Dia
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