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Pertenecía a una familia tan ilustre como la de su marido, con la cual estaba estrechamente emparentada. Leonor y Carlos se habían querido casi desde su infancia, con aquel afecto verdaderamente español, profundo y constante, que ni se cansa ni se enfría. Se habían casado muy jóvenes. A los dieciocho años, Leonor dio una niña a su marido, el cual tenía veintidós a la sazón.

Toleraban a Gallardo como una originalidad del club, porque era torero «decente», vestía bien, gastaba dinero y tenía buenas relaciones. Es muy ilustrado decían los socios con gran aplomo, reconociendo que sabía tanto como ellos. La personalidad de don José el apoderado, simpática y bien emparentada, servía de garantía al torero en esta nueva existencia.

Presumía de bien emparentada y relacionada; un primo suyo desempeñaba la secretaría del Casino de Industriales; una tía ricachona vendía percales, franelas y pañolería en la calle estrecha de San Efrén; la mayor parte de sus amigas cosían por las casas, o eran oficialas de la mejor modista.

Sin ser una belleza, muchas veces más perjudicial que útil a quien la atesora, es agradable y graciosa, tiene una figura admirable, y una cabellera como hay pocas; de educación esmerada, mucho talento e ingenio superior; pertenece a una familia notable de Inglaterra muy bien relacionada y emparentada; sin ser rica, su madre, que es viuda, tiene una posición desahogada; la joven es hija única; su padre fue coronel de las milicias inglesas durante las amenazas de la invasión bonapartista.

Aunque aquélla no había disfrutado otro título honorífico que el de esposa de un grande hombre, estaba emparentada con varias condesas, marquesas y grandes de España, de cuyos honores y distinciones llevaba cuenta exacta el ingeniero.

Tres años después contrajo de nuevo matrimonio con Amalia, dama valenciana algo emparentada con él. Apenas se conocían. D. Pedro la había visto en Valencia cuando ella contaba catorce años. El matrimonio que se realizó diez años después pactose por medio de cartas, previo el cambio de retratos.

Relacionada y aun emparentada por su madre con varias familias aristocráticas de Sevilla y Madrid, disfrutó, aunque sin poseerlo, del bienestar y esplendor que el dinero procura. Desde que había quedado huérfana de padre, sus ricos parientes habían tenido la amabilidad de invitarla a comer con frecuencia y llevarla al teatro y al paseo.

Yo gritó también: ¡Socorro, que un muerto quiere escaparse, socorro!... Pero Nanela y yo, como no pesábamos mucho, teníamos miedo de que, forcejeando con la rodilla, Tucker pudiera abrir la tapa del cajón... Yo no podía volver a echarle llave, por haber perdido el llavero... A nuestros gritos acudieron los guardianes y acudió mucha gente emparentada con los muertos de aquel cementerio.

Esta era una muchacha muy bonita, emparentada con las Aliaga, aunque casi no tenían con ella relación de amistad. ¿Elisa Jiménez? No es muchacha para enamorar a Julio repuso Laura casi en voz baja y como distraída. O entonces alguna señora casada sugirió Carmen, mirando de nuevo con aquella expresión sonriente y confusa a su hermana mayor. ¡Camucha! le gritó ésta.

D. Pascual Muñoz, dueño de un acreditadísimo establecimiento de hierros en la calle de Tintoreros, progresista de inmenso prestigio en los barrios del Sur, verdadera potencia electoral y política en Madrid, casó con una Moreno de no qué rama, emparentada con Mendizábal y con Bonilla, de Cádiz.