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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Un Hércules en los tiempos prehistóricos, un Cid en los tiempos caballerescos, serían un Quijote en los tiempos de la partida doble y el tanto por ciento. Un Espartero y un Mendizábal, por el contrario, hubieran sido en aquellas épocas remotas, prestamista judío el uno, cuadrillero de la Santa Hermandad el otro.

Lo que hicieron los frailes Agustinos cuando su marido de usted y Mendizábal les quitaron la dehesa... ¡Tener paciencia!... A cada puerco le llega su San Martín, doña Ramona; figúrese usted si no le llegará también en Matapuerca... Amigo, ¡los socialistas, los socialistas!... Esos han aprendido lógica; ahí tiene usted los nuevos desamortizadores.

Quedaron tambien prisioneros, de resultas de estos favorables y prósperos sucesos, Antonio Bastidas, cuñado de José Gabriel, á quien habia nombrado Capitan General; Cecilia Tupac-Amaru, su media hermana; su primo, Patricio Noguera; el Coronel José Mamani; los Comandantes, el de artilleria, Ramon Ronce; Diego Ponce; Diego Verdejo, pariente del tirano; Andres Castelo, Felipe Mendizabal, Isidro Puma, Mariano Castaño, Sargento Mayor; Diego Ortigosa, Asesor; Manuel Gallegos, plumario; Melchor Arteaga mayordomo de ganados; Blas Quiñones, mayordomo mayor; Tomasa Tito, cacica de Acós; José Venela, confidente; Estevan Vaca, fundidor de artilleria; Francisco Torres comisionado principal; Lucas Colque, Comisario y alcalde; cuatro capitanes, dos tenientes, algunos soldados y negros huidos de particulares, entre ellos Antonio Oblitas, esclavo de D. Antonio Arriaga, y el mismo que fué su verdugo en Tinta.

Poco a poco iban llegando los amigos, aquellos hermanos de su alma, que en la soledad en que Plácido estaba le parecían algo como la paloma del arca, pues le traían en el pico algo más que un ramo de oliva, le traían la palabra, el sabrosísimo fruto y la flor de la vida, el alcohol del alma, con que apacentaba su vicio... Pasábanse el día entero contando anécdotas, comentando sucesos políticos, tratando de a Mendizábal, a Calatrava, a María Cristina y al mismo Dios, trazando con el dedo planes de campaña sobre el mostrador en extravagantes líneas tácticas; demostrando que Espartero debía ir necesariamente por aquí y Villarreal por allá; refiriendo también sucedidos del comercio, llegadas de tal o cual género; lances de Iglesia y de milicia y de mujeres y de la corte, con todo lo demás que cae bajo el dominio de la bachillería humana.

Algo dijo el ciego en su extraña lengua que Benina tradujo por la palabra «imposible», y lanzando un suspiro profundo, al cual contestó Almudena con otro no menos hondo y lastimero, quedose un rato en meditación dolorosa, mirando al suelo y después al cielo y a la estatua de Mendizábal, aquel verdinegro señor de bronce que ella no sabía quién era ni por qué le habían puesto allí.

¡Pero si se llama Matapuerca!... Es una dehesa magnífica en la provincia de Extremadura, de más de tres mil aranzadas, con veintisiete caseríos... En fin, un pequeño reino... Era de los frailes Agustinos, y mi marido lo compró cuando lo de Mendizábal... Currita hizo un gesto de resignación pacientísima, y preguntó: ¿Y qué ha sucedido en el pequeño reino de Mata... esos animalitos?...

¡No! la libertad es lo que os mandó Cristo que predicarais; la democracia es eso que os ha permitido a vosotros, clérigos y frailes, nacidos entre los más humildes, escalar los puestos más altos del mundo. Pues Mendizábal fue un ladrón. Esa es una majadería que no tiene nada que ver con lo que hablamos.

Desde el día de la disputa en que llamó ladrón a Mendizábal, hacía la vista gorda tocante al indiferentismo religioso que le rodeaba; pero claramente se notaba que en él no era todo prudencia, sino falta de arrojo.

D. Pascual Muñoz, dueño de un acreditadísimo establecimiento de hierros en la calle de Tintoreros, progresista de inmenso prestigio en los barrios del Sur, verdadera potencia electoral y política en Madrid, casó con una Moreno de no qué rama, emparentada con Mendizábal y con Bonilla, de Cádiz.

Si hubierais conocido vosotros a Mendizábal, y luego a Olózaga, que ahora está tan caído...: él fue quien llamó progresistas a los que decían antes exaltados. Siempre ha habido más entusiasmo liberal que ahora. ¡Si vierais qué indignación se desencadenó el año 40 contra Toreno y Martínez de la Rosa, porque pidieron la prórroga del medio diezmo, y aun el diezmo entero y la primicia!

Palabra del Dia

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