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Actualizado: 4 de mayo de 2025


Y, mira, no te irrites; pero por lo que me gusta Mendizábal, es por haber sido quien ha hecho más daño a la Iglesia. ¡Callad, hijos míos, callad! gritó don José: ¿Vais a reñir ahora? Yo no diré tanto; pero Mendizábal fue un gran hombre. ¡Cuidado si tuvo mérito sacar la quinta de los 100.000 hombres! Tirso hacía inútiles esfuerzos por disimular su disgusto.

En la tertulia de don Eugenio se hablaba de Martínez de la Rosa y de su malogrado Estatuto; había quien audazmente elogiaba a Mendizábal y pedía el restablecimiento de la Constitución del 12; se gastaban bromitas contra los «serviles», sin faltar a la decencia; se comenzaba a decir con expresión respetuosa «don Baldomero» cada vez que se nombraba al general Espartero, y todos callaban para escuchar religiosamente a don Lucas, el beneficiado de San Juan, un cura que el 23 había emigrado a Londres por liberal, y que pronunciaba conmovedores discursos hablando del pobre Riego, a quien comparaba con Bravo, Padilla y Maldonado.

Sin duda respondió el ciego afirmativamente, porque cinco minutos después se les veía sentados, uno junto a otro, en el zócalo de la verja que rodea la estatua de Mendizábal.

Don Luis María de Ágreda, senador electivo, gracias al patrimonio e influencia que tenía en su pueblo, era uno de los antiguos progresistas obstinados en sobrevivir a su partido; de aquellos que ponían sobre todo la Soberanía Nacional, y para quienes la España contemporánea no produjo sino cuatro hombres de gran valer: Mendizábal, por la desamortización; Espartero, por haber vencido al carlismo; Olózaga, por haber hablado antes que nadie de los obstáculos tradicionales; y Prim, por seguir sus huellas.

Sinembargo, aunque el inmortal Quintana tendrá su monumento, ha sido asunto de grande y acolorada disputa entre los partidos la ereccion de una estatua á Mendizábal. En un país donde no hay libertad para adorar á Dios como le plazca á cada cual, no es extraño que se prohiba dar culto á las ideas liberales representadas por un gran patriota.

Pues yo decía Perico a Pilar subí al cuarto de Artegui, porque la verdad, la verdad, me dio curiosidad cuando me dijeron que tenía una chica muy guapa, muy guapa, consigo. Claro que era para dar curiosidad a la mismísima estatua de Mendizábal, hombre.... Ese Artegui, a quien nunca se le conoció un mal trapicheo.... No, si es un raro, un raro. Riquísimo, y hace vida de fraile.

Además, cuento con el socio, que corre con todo el trabajo: un antiguo dependiente al que di participación. Ya conocen ustedes la firma: Manzanares y Mendizábal. La falta de hijos parecía amargar su triunfo, colocándole en rencorosa inferioridad ante el prolífico vasco. Pero como una compensación, hizo el elogio de su esposa, valerosa compañera de los primeros años de pobreza y ahorro.

Cuando los tristes presentimientos del jardinero comenzaron a cumplirse y Mendizábal decretó la desamortización, el señor Esteban creyó morir de rabia. El cardenal Inguanzo procedió mejor que él. Arrinconado en su palacio por los liberales, como su antecesor lo había sido por los absolutistas, tomó el partido de morirse, para no presenciar tantos atentados contra la fortuna sagrada de la iglesia.

El elogio a Mendizábal, la alusión al diezmo y la primicia, el horror a los fusilamientos de revolucionarios, el espíritu liberal que palpitaba en la conversación, le hicieron daño; pero aquello de explotar para una gracia la tercera persona de la Santísima Trinidad, puso el colmo a su indignación.

Palabra del Dia

ancona

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