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Actualizado: 25 de mayo de 2025


Y siguiendo el relato De aquellas expansiones Que enaltecen patrióticas reuniones, Donde el ameno trato De jóvenes diplómatas noveles Para la Patria conquistó laureles; He de nombrar la femenil belleza, Ornada de modestas galanuras De filipina alteza, Con sus alegres castas timideces, Conjunto de hermosuras Mezcladas con ingenuas altiveces.

Allí, las fiestas son un conjunto curiosísimo de corridas de toros, bailes, paseos, representaciones dramáticas, rifas y juegos, canciones patrióticas, banquetes y meriendas, conciertos, exhibiciones, peroratas, etc., etc. Pero todo es popular y público, todo es gratúito, pasajero, y como todo lo pasajero original, vehemente y febril.

A este género pertenece Santos Vega, El Caballo del Gaucho y El Pato. Por razon del escenario y aun del asunto, hemos creido deber incluir entre ellas la Revolucion del Sud y El Ombú en medio de la Pampa, bien que la primera corresponda mas á las poesías patrióticas y la segunda á las de diverso género reunidas en otro libro.

Los cafés, desbordantes de público, lanzaban por las bocas inflamadas de sus puertas y ventanas el rugido musical de las canciones patrióticas. De pronto se abría el gentío en el centro de la calle entre aplausos y vivas. Toda Europa pasaba por allí; toda Europa menos los dos Imperios enemigos saludaba espontáneamente con sus aclamaciones á la Francia en peligro.

Sólo los amigos del gobierno y los personajes oficiales tenían permiso para entrar en el palacio y ver de cerca tales maravillas. El enorme patio central, donde podían formarse á la vez varios regimientos y en el que se desarrollaban las más solemnes ceremonias patrióticas, fué el lugar destinado para tal exhibición.

Su fama entonces era grande, y entre los patriotas exaltados gozaba de mucha popularidad, conquistada por sus artículos políticos y proclamas patrióticas. Era de fisonomía dura y basta, moreno, con vivos ojos y gruesos labios, signo claro esto, así como su frente lobulosa, de la viril energía de su espíritu. Reía poco, y en sus ademanes y tono, lo mismo que en sus escritos, dominaba la severidad.

Formaban los variados uniformes, a los cuales se añadían los nuestros y los de los ingleses, la más animada y alegre mescolanza que puede ofrecerse a la vista; y como las señoras no llevaban sus guardapiés y faldellinas de luto, sino por el contrario, de los más brillantes rasos blancos, amarillos o rosa, con mantillas quier blancas, quier negras, y cintas emblemáticas, y cucardas patrióticas a falta de flores, júzguese de cuán bonita sería aquella calle Ancha, la cual, como calle, y aun desierta y abandonada por el alegre gentío, es, con sólo el adorno de sus lindas casas, de sus balcones siempre pintados y de sus mil vidrios, lo más bonito que existe en ciudades del Mediodía.

De fijo llamaría su atención que una gran parte de los ociosos, que en aquel sitio se reúnen desde que existe, lo abandonaban á la caída de la tarde para dirigirse á la Carrera de San Jerónimo ó á otra de las calles inmediatas. Aquel público iba á los clubs, á las reuniones patrióticas, á La Fontana de Oro, al Grande Oriente, á Lorencini, á la Cruz de Malta.

Personas muy religiosas y patrióticas, entre ellas un académico de la Historia, en su elegante discurso de recepción, han sostenido que esta ineptitud, calificada de sublime, es una prueba de nuestro gran ser, de nuestros pensamientos levantados y celestiales, de nuestro severo espiritualismo.

Santorcaz soltó de nuevo la risa al ver el acaloramiento de Fernández, cuyas patrióticas opiniones apoyó de nuevo su esposa, hablando así: Aquí somos de otra manera, Sr. de Santorcaz. Usted, viviendo por allá tanto tiempo, se ha hecho ya muy extranjero y no comprende cómo se toman aquí las cosas. Por lo mismo que he estado fuera tantos años, tengo motivos para saber lo que digo.

Palabra del Dia

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