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»Mi querida duquesa; No dudo ya de que Germana está mejor. Nos hemos cambiado de casa esta mañana, o, mejor dicho, he sido yo quien lo he tenido que hacer todo. Tenía que arreglar los baúles, envolver a la enferma en algodón, vigilar al pequeño, buscar el coche y casi enganchar los caballos. El conde no sirve para nada; es un talento de familia. En España se dice torpe como un Villanera.

Señor conde, tiene usted una alhaja en este muchacho... sobre todo es mozo formal y de palabra. Señor cura, si no fuí á ayudarle á usted á arreglar la huerta, fué porque estos días anduve muy ocupadado preparando las cuentas... Bien, hombre, bien; yo no te he preguntado nada. No hago más que referir tus méritos y cualidades al señor conde. Es que entiendo bien las indirectas.

Viene con Pepita y con Concha y Eugenia... Es el primer domingo que viene después de la muerte de su hermano... ¡No te pongas así, niña!... No te asustes... verás, yo lo voy a arreglar todo. Asunción, en efecto, había empalidecido y estaba clavada e inmóvil en la silla como una estatua.

Se hablaron en voz baja, con frialdad, como dos buenos amigos, pero cortando las palabras como si las mordieran. Tono venía a arreglar rápidamente el asunto: todo se reducía a decirse dos palabritas en sitio retirado. Y como hombre generoso, incapaz de ocultar la extensión de la entrevista, preguntó al muchacho: ¿Pòrtes ferramenta?

Ya desde entonces se dedicaban con preferencia a esta patriótica tarea de arreglar al país los hombres sin oficio ni ganas de aprenderlo, que sentían la irresistible vocación del empleo lucrativo. Algunos lo hacían también por cierta desavenencia ingénita con el poder público, y los menos por exaltación de ideas o por leal deseo de labrar el bien de la muchedumbre.

Juanita tenía tantos negocios que arreglar y tantas cosas en que pensar y que hacer, que no quería que por lo pronto la distrajesen de ello sus amores.

Los dos amantes se estrecharon la mano sonriendo de felicidad, y yo recibí una ovación por mi pequeña arenga, y por mi manera franca de arreglar matrimonios.

El doctor le contestó con una sonrisa que daba frío. Su tumba era la fosa común, adonde iban todos los muertos pobres. La infeliz muchacha no tenía parientes ni quien pagase los gastos de su entierro. Isidro no se había presentado para arreglar las cosas, y era seguro que su cuerpo, antes de ir al cementerio, habría pasado por la sala de disección. ¡Sufrían tal escasez de cadáveres!...

Y cuando la piadosa señora se iba con los sabios, su hijo hablaba casi llorando de emoción, del santo solitario de Asís y de sus hijos los franciscanos, que podían dar a los impíos lecciones de verdadera democracia y eran los que iban a arreglar el día menos pensado la cuestión social.

Doña Manuela había pensado en ello; pero tuvo en cuenta que era preciso levantar del lecho a don José, disponer la comida y arreglar los cuartos: además consideró que, como Millán trabajaba durante la semana y aprovechaba los domingos para ver a Leocadia, tal vez ésta perdiese la visita del novio, si se le ocurría venir temprano.