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Actualizado: 17 de mayo de 2025
Bien, no hablemos más de ello... Pero sepamos... sepamos á qué he venido yo aquí y á qué habéis venido vos. ¡Oh, Dios mío! exclamó el padre Aliaga, levantando las manos y el rostro al cielo, dejando caer instantáneamente el rostro sobre sus manos. Pero esto duró un solo momento. El religioso volvió á levantar su semblante pálido, melancólico y sereno.
En habiendo eyaculado este apostrofe, Apolonio, apaciguándose súbitamente, volvió detrás del mostrador y se aplicó a cortar suela. Al cabo de media hora de vergozante contemplación, Novillo retornó al diván, y al punto Apolonio acudió a su vera y reanudó el hilo de su palique. No son estos amores desdichados, no, lo que me trae mustio, melancólico y descontento.
Señalaremos entre ellas la que se titula En la Tumba de un Poeta, El Valz, La Despedida, La Agonía del Poeta, La Desesperacion, las Noches de Diciembre y los Dos Pensamientos, en que no obstante sus variados tonos, predomina un tinte melancólico que les da un aire de familia.
Lo que más íntimamente unía a las tres personas era el afecto por Rafael, aquel pequeño que había de ilustrar el apellido de Brull, realizando las ilusiones del abuelo y el padre. Era un muchacho tranquilo y melancólico, cuya dulzura parecía molestar a la rígida doña Bernarda. Siempre pegado a sus faldas. Al levantar los ojos, encontraba fija en ella la mirada del pequeño.
Quiero gozar la vida antes de que llegue la vejez. Nuestra hija va á tener en mí una rival. ¿Qué dices á esto, Pepe?... Harás bien: y siguió leyendo, sin saber lo que leía, con el pensamiento lejos, muy lejos. La comida fué triste. El millonario había llegado de su último viaje con un gesto melancólico, que desaparecía de pronto, dando lugar á extrañas nerviosidades.
Más adelante, silencio total. El cielo se cubría de nubes cirrosas, y la claridad del sol apenas se abría paso, filtrándose velada y cárdena, presagiando tempestad. Julián recordó un detalle melancólico, la cruz a la cual iban a llegar en breve, que señalaba el teatro de un crimen, y preguntó: ¿Señorito? ¿Eh? murmuró el marqués, hablando con los dientes apretados.
La una estaba pálida y tenía la vista fija constantemente en el suelo: la otra la miraba de vez en cuando con inquietud y tristeza. Cuando me acerqué guardaban silencio, pero no tardó en romperlo la primera exclamando en voz baja y con acento melancólico: ¡Si lo hubiera sabido, no saldría hoy a paseo! ¿Por qué? repuso la segunda. De todos modos algún día os habíais de encontrar.
Nos separamos sobre el anochecer y quedamos, como siempre, citados en el puente de Santa Ana. Llegada la hora, y aun no había dado el cuarto para las doce, cuando con paso vacilante y con el aire más melancólico se me acercó, y tomándome por la mano, fría como el granizo, tiró de mí para la posada, yendo yo tan confuso como espantado.
En cuanto se viese colocada en la jerarquía á que era merecedora, no temiendo ya ser herida en su orgullo, perdería aquel humor melancólico é irascible que desde algún tiempo la venía dominando. Y en cuanto se ofreció una ocasión para hablar de ello, se lo propuso abiertamente en términos halagüeños y con alegre semblante. Contra lo que esperaba, el de Soledad no se dilató al oir la noticia.
Ana sentía el día en el melancólico regalo que su mismo lecho, tantas veces aborrecido, le prestaba en aquellas horas de la mañana de primavera; otra vez volvía la vida a moverse en aquel cuerpo mustio, asolado, como campo de batalla; la vida iba avanzando por aquel terreno de su victoria, dudosa de ella todavía.
Palabra del Dia
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