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Actualizado: 17 de junio de 2025


El 13 concediste á Young, melancólico cantor de las Noches . Pero estos dones te parecían mezquinos, y el 15 dijiste con orgullo: «allá va eso,» y nació en Holanda Rembrandt . Para que los españoles no nos enojáramos, nos regalaste el 17 á Espoz y Mina . Los ingleses, que no querían ser menos, recibieron el 18 á Castelreagh . Pero querías halagar á Francia en aquella semana, y en un solo día, el 19, le diste á su primer prosista, Pascal , y á Lamennais , y el 20 á Leconte y el 21 á RoyerCollard y el 22 á Delille . ¡Ay!

Aparecía más bien como un joven prudente, reservado, melancólico, de trato cortés y caballeroso, de corazón sensible, lleno de cariño y de respeto hacia su madre. Después que concluyó la carrera tuvo sus anhelos y aun proyectos de salir de Lancia, de ir a la corte, de viajar durante algún tiempo. Bastó, sin embargo, la negativa de la condesa para contenerle y hacerle desistir.

Durante la comida le preguntó don Carlos si había estado cerca de la Presa y cómo marchaban los trabajos en el río. Una esperanza de volver á ser rico, cada vez más probable, hacía que el señor Rojas, antes melancólico y desesperanzado, sonriese desde los últimos meses.

En la venta del burdo género están las patatas y el pan para todo el año; y soñando con la inmensa felicidad de volver a casa con una docena de duros, zapatos para las hijas y un refajo para la mujer, pasean tristes y resignados por entre el gentío, lanzando a cada minuto su grito melancólico como una queja: «¡Medias y calcetines...! ¡el medieroDoña Manuela iba mal por el arroyo.

Esperaba tranquilizarme con ese tono jocoso, pero en su cara, pálida y un poco contraída era tan doloroso el esfuerzo para sonreír, que no pude contener las lágrimas. Mi padre me alargó la mano, torpe y pesada, y me dijo con una especie de melancólico asombro: Pero, entonces, ¿me quieres?... ¡Lo dudaba, después de las bondades que tiene para continuamente!

El vino de Freya era melancólico. La dulzura del crepúsculo parecía hacerlo fermentar, dándole el acre perfume de los recuerdos tristes. Sintió nacer el marino en su interior la fiebre agresiva de los sobrios cuando caen en la embriaguez.

Tenía la escuela todo lo sombrío del convento, sin tener su claustro melancólico y su dulce paz.

En aquella noche, mientras representaban Les Cloches de Corneville, Basilio estudiaba delante de una vieja mesa, á la luz de una lámpara de aceite, cuya pantalla de cristal opaco sumía en media claridad su melancólico semblante.

Miguel estaba sorprendido y enamorado de aquel retiro silencioso y melancólico que entre las sombras crepusculares tomaba apariencias aún más tristes y fantásticas. La imaginación comenzó a hablarle un lenguaje suave y misterioso.

Paseando un día en el Prado, melancólico, encontró dos damas, callada la una y envuelta en un velo, y esforzándose la otra en acercársele, en hablar con él y en averiguar la causa de su tristeza.

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