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Actualizado: 26 de julio de 2025
Ambos avanzaban impávidos al través de la noche y la lluvia, presagiando la muerte. Siguieron un buen trecho a lo largo de la muralla y al llegar a la carretera de Sarrió tomaron por ella. No habían andado cinco minutos cuando oyeron cerca un gemido. Pararon en firme, y acercándose al pretil distinguieron un bulto; se aproximaron un poco más y vieron sentada una niña.
Durante un rato bastante largo, don Juan siguió hablando de la casa de banca y presagiando infortunios: ella de cuando en cuando le decía: No te disgustes...; puede que todo se arregle... mírame...; anda, mírame. ¿No me quieres ya?
A veces, en una zona de gloria triunfaba el sol; en otras ocasiones, pálido y apenas visible, flotaba entre la niebla presagiando desdichas; y al tender su negro manto la noche, cuando aparecía bruscamente su luz roja y lanzaba sus miradas de fuego, parecía un inspector celoso que vigilaba las aguas, penetrado é inquieto de su responsabilidad.
Narcisa, más convencida que nunca de la importancia de su persona y de la sublimidad de su talento, se engolfaba en lamentaciones augurales, presagiando que el regreso tan festejado del marino había de traer graves perjuicios al esclarecido solar de Rucanto....
Más adelante, silencio total. El cielo se cubría de nubes cirrosas, y la claridad del sol apenas se abría paso, filtrándose velada y cárdena, presagiando tempestad. Julián recordó un detalle melancólico, la cruz a la cual iban a llegar en breve, que señalaba el teatro de un crimen, y preguntó: ¿Señorito? ¿Eh? murmuró el marqués, hablando con los dientes apretados.
El viejo se fué del mundo asustado de la fortuna de su hijo, creyéndole loco, presagiando un desquite terrible de la mala suerte, repitiendo tenazmente que «aquello no podía durar». Al presentarse Luis en Bilbao vió á su primo en plena gloria, con su gravedad de hombre fuerte y silencioso, insensible á las desgracias como á los triunfos.
El conde pensó algunos momentos en esto; al cabo se le borró de la mente; le distrajo una nube violada y espesa que avanzaba hacia el zenit presagiando nuevo chubasco. Pero en el fondo de su espíritu quedó algo indeterminado y dulce que le puso de buen humor. Revolvió el caballo y llegó a Lancia ya bien de noche, chorreando y cubierto de lodo, pero el corazón ligero y alegre sin saber por qué.
Los hombres que la formaban, mudos y cabizbajos, presagiando sin duda funestos acontecimientos, dirían para sí: «Llegaremos a La Carolina, donde ya estará Vedel, y batiendo a los insurgentes, nos abriremos paso por desfiladeros para abandonar esta tierra maldita, a la cual el Emperador ha tenido la mala ocurrencia de enviarnos... ¡Oh! ¡Cuándo os veremos, tierras de la Turenne, del Poitou, de la Charente, de los Vosgos, del Artois, del Limosin!...»
Por la rama femenina los Porreños se quedaron sin sucesión, lo cual hacía que el viejo Marqués, en sus accesos de melancolía, se pusiera á llorar como un niño, presagiando el triste fin y acabamiento de su gloriosa casa.
Á uno de estos grupos, compuesto de jóvenes de veinte á veinticinco años, se acercaron los tres embajadores para comunicarles la negativa inflexible de Nolo de la Braña. Sus corazones se llenaron en seguida de tristeza y consternación, presagiando horribles desastres.
Palabra del Dia
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