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Entre tanto se leía el contrato de la Unión, y a pesar de que el sol no estaba en el zenit ni mucho menos, la gente arracimada y prensada producía una temperatura insufrible, y se oían exclamaciones de este jaez: «Nos morimos. Nos asfixiamos. ¡Cuándo vendrá un poco de fresco! Pero, hombre, no nos estruje usté. Ave María, qué bárbaro. Estese usté quieto.

Señores, nos van a dar julepe por el centro. ¿Cómo pueden venir a ayudarnos el San Juan y el Bahama, que están a la cola, ni el Neptuno ni el Rayo, que están a la cabeza? Bastante haremos nosotros con defendernos como podamos. Lo que digo es que Dios nos saque bien, y nos libre de franceses por siempre jamás amén Jesús». El sol avanzaba hacia el zenit, y el enemigo estaba ya encima.

El firmamento azul se teñía de púrpura en Occidente con viva incandescencia que ascendía hasta el zenit, fundiéndose gradualmente en tintas de grana y oro hasta perderse en suave y maravilloso rosicler. El vasto Océano llameaba recibiendo en su seno con misterioso temblor el disco del sol, grande, rojo, resplandeciente. Todos se alegran contemplando este sublime espectáculo.

Esta noche al transmontarse El sol, vi el cielo romper, Y dél salir con más rayos Que en medio el Zénit se ve, Entre mil escuadras bellas De aquellos que siempre ven La Eterna Sabiduría Y el sumo y perfecto Bien; En hábito y forma humana Al Paraninfo Gabriel, Bordando las dos esferas De zafir y rosicler, Y dándole al suelo gloria; Paró el vuelo en Nazaret, A donde lo vi humillado A la esposa de Josef.

Los mozos eran más reverentes con las mujeres, y algunas de éstas imitaban ya a doña Luz, no sin maña, en modales y compostura y hasta en el primor y atildamiento con que ella tenía los muebles y alhajas de su tocador, salita y alcoba. En el momento en que nos ponemos ahora con la imaginación, doña Luz era un sol que estaba en el zenit.

Hay que tomarla á quema-ropa, como quien se pone á mirar el cielo hácia el zenit. La gran catedral de los anglicanos costó cerca de siete millones de pesos; fué construida por el famoso arquitecto Wren, en 1675, habiéndose invertido en la obra treinta y cinco años de labor.

El conde pensó algunos momentos en esto; al cabo se le borró de la mente; le distrajo una nube violada y espesa que avanzaba hacia el zenit presagiando nuevo chubasco. Pero en el fondo de su espíritu quedó algo indeterminado y dulce que le puso de buen humor. Revolvió el caballo y llegó a Lancia ya bien de noche, chorreando y cubierto de lodo, pero el corazón ligero y alegre sin saber por qué.

Y llega el 19 de mayo, el día aciago, el día tremendo. El sol lucía en el zenit. Martí y Masó estaban acampados en Vuelta Grande cuando llegó el General Gómez y fue como un jubileo el campamento. Masó y Martí y Máximo Gómez le hablaron a las fuerzas y fueron vitoreados y aclamados. A poco avisan las avanzadas que estaban cerca de Dos Ríos la proximidad del enemigo.

Dimmesdale en aquel momento. Todo el tiempo que estuvo mirando al zenit, tenía la plena conciencia de que Perla estaba apuntando con el dedo en dirección del viejo Rogerio Chillingworth, que se hallaba en pie no muy distante del tablado. El ministro parecía verle con la misma mirada con que discernía la letra milagrosa.

Pueblo de su nacimiento Al sentar el pie en la calle, Amparo respiró anchamente. El sol, llegado al zenit, lo alegraba todo. En los umbrales de las puertas los gatos, acurrucados, presentaban el lomo al benéfico calorcillo, guiñando sus pupilas de tigre y roncando de gusto. Las gallinas iban y venían escarbando.