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Los que por benevolencia de la muerte desafiaban impávidos el clima, el hambre, los hombres y las fieras continuaban su avance, viendo en tanta miseria una preparación necesaria para obtener la gloria y la riqueza.

Ambos avanzaban impávidos al través de la noche y la lluvia, presagiando la muerte. Siguieron un buen trecho a lo largo de la muralla y al llegar a la carretera de Sarrió tomaron por ella. No habían andado cinco minutos cuando oyeron cerca un gemido. Pararon en firme, y acercándose al pretil distinguieron un bulto; se aproximaron un poco más y vieron sentada una niña.

Cada tablón en que sentaban el pie se alzaba y blandía, descubriendo abajo la negra profundidad de la bodega, con sus cubas vestidas de telarañas. Atravesaron impávidos el abismo y penetraron en la sala, que al menos poseía un piso clavado, aunque en muchos sitios roto y en todos casi reducido a polvo sutil por el taladro de los insectos. Nucha se quedó inmóvil de sorpresa.

Así Morel como el de Bohemia resistieron impávidos el bote formidable del contrario, que ambos recibieron de lleno en el pecho y sin perder la silla.

Toda su cara, en lo muscular, respondía a la intención de su dueño: los labios se tendían abiertamente dejando ver una dentadura ennegrecida y sólida; las comisuras de los párpados se contraían aumentando los surcos radiales que partían de ellas; los pómulos se levantaban, las arrugas de la frente disminuían... pero los ojos permanecían impávidos y fijos.

El coro de hombres respondía: Et secundum multitudinent miserationum tuarum, de iniquitatem meam. Penetrábalos la lluvia, azotábalos el viento y ellos seguían impávidos en su marcha grave y uniforme.

Mientras tanto, los parias, los que nunca llegan, los bohemios de Milán, al quedar solos, se consuelan hablando mal de los compañeros famosos; mienten contratas que nadie les ha ofrecido, fingen una altivez irreductible con empresarios y compositores, para justificar su inacción; y con el filtro garibaldino en el cogote, enfundados en el ruso que casi barre el suelo, ruedan las mesas de Biffi desafiando la fría ventolera que sopla en el crucero de la Galería, hablan y hablan para distraer el hambre que les muerde las entrañas, y despreciando el trabajo vulgar de los que se ganan el pan con las manos, siguen impávidos en su miseria, satisfechos de su calidad de artistas, haciendo cara a la desgracia con una candidez y una fuerza de voluntad que conmueven, iluminados por la Esperanza, que les acompaña hasta el último instante para cerrarles los ojos.

Traídas por los fámulos del Tribunal, en lo alto de luengos mástiles verdes, y balanceándose por encima de la procesión, venían en seguida hasta seis figuras humanas hechas de paja y estameña. Impávidos muñecones con grandes ojos de betún y boca de almagre, peleles siniestros, cuyas piernas, demasiado livianas, danzaban continuamente en el vacío, remedando la pataleta de los ahorcados.

Los moriscos iban y venían trayendo la carne en espuertas o cacharros, mientras los impávidos halconeros esperaban, tranquilamente, junto a las aves. Debía ser harto grande la pasión de los avileses por la caza de altanería, a juzgar por aquel sinnúmero de pájaros.

El santo tabernáculo De la igualdad preciosa Protegerán impávidos Con su égida gloriosa, Guardando el testo bíblico Del inmortal decálogo Que á un mundo redimió. Aéreo coro de ángeles Entonará mil cánticos Como la brisa plácidos; La libertad en tanto, Como vision espléndida, Tendiendo el ala rápida Se elevará hasta Dios.