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Actualizado: 16 de junio de 2025
Pues ... mis amigas las costureras viven en el número 6, donde vivió la hija del herrero, y mis amigas las Porreños viven en el 4, donde vivió el conde de Valdés de la Plata; y en resumen, si una puerta, hábilmente hecha, permitió á un caballero pasar del 4 al 6, también abrirá paso del 6 al 4 untándoles las uñas á esas costurerillas, que, dicho sea da paso y en honor de la verdad, tienen para el pespunte unas manos que son una gloria.
Allá por los años de 1790, los Porreños eran muy ricos, tenían gran boato y gozaban de mucha preponderancia en la Corte. Entonces Paz tenía diez y nueve años, y era tan fresca, robusta y coloradota, que un poeta de aquel tiempo la comparó á Juno.
Su mantón, cuyo velo impenetrable le cubría otras veces completamente el rostro, aparecía ahora echado hacia atrás con una franqueza que el rígido dominico de la antigua casa de los Porreños habría calificado de desenvoltura.
La pobre huérfana tenía sin duda mucha fuerza de espíritu cuando no cayó allí mismo sin sentido; y sin duda era también harto angelical y delicada, cuando no contestó con injurias á las injurias de la cuménide aristocrática, baldón de los Porreños.
A fines del siglo era Elías mayordomo mayor de la casa de los Porreños y Venegas. La ruina de esta histórica casa data de aquella misma época. Don Baltasar Porreño, Marqués de Porreño, que había sido Consejero íntimo de Carlos IV, entabló un pleito con un pariente suyo, descendiente de los Marqueses de Vedia.
Decían sus primas por lo bajo que era muy orgullosa, y su padre el decimocuarto de los Porreños, aseguraba que no había príncipe ni duque que fuera digno de aquella flor. Estuvo arreglado su casamiento con un joven de la ilustre casa de Gaytán de Ayala; pero aconteció que el tal no gustó de Juno, y la boda fué un sueño.
Las paredes de la misma antesala estaban todas cubiertas con los retratos de quince generaciones de Porreños, que formaban la histórica galería de familia.
Por la rama femenina los Porreños se quedaron sin sucesión, lo cual hacía que el viejo Marqués, en sus accesos de melancolía, se pusiera á llorar como un niño, presagiando el triste fin y acabamiento de su gloriosa casa.
Hizo asimismo estrechas relaciones con un señor de la nobleza perteneciente á la casa ilustre de los Porreños y Venegas, marqueses de la Jarandilla; y tomó tal afición á esta familia, que la sirvió fielmente en la prosperidad, y fué su mayordomo, aun después de la ruina de la casa, acontecida al fin de la guerra.
Elías entre tanto no hubiera creído que aquel concilio ecuménico era decoroso, sin hacer un pomposo elogio de las virtudes de los tres venerandos restos de la ilustre familia de los Porreños. En verdad, señoras dijo, que no sé cómo agradecer tantas bondades.
Palabra del Dia
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