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NOTA. Siguiendo el mismo camino y rumbo al sud, con tres dias de camino, se encuentran las tolderias del cacique Painemanque, que tiene 60 indios, y vive sobre el Rio Chadilé, que es hondo y barrancoso, y que lo pasan por puentes de sogas, que llaman quanpie, y son Peguenches. A las riberas del mismo rio, segun la relacion de los intérpretes, habitan los caciques Ancaloan, Gaiquillan, Guanchupan, Nobolueni, Yanquetur, Buenomilla, Umiguanqui, Antemanqui, Llanquel, que vive en Potot: y sobre el mismo rio, donde hay dos puentes en distancia de media legua una de la otra, Colomanon y Cologoan, todos caciques. Los dichos intérpretes no dicen el nùmero de indios que gobierna cada uno, y solo dan

Tal vez, quién sabe... Pero para ello sería preciso traer sogas, hombres; y Mercedes... ¡Pobre, pobre madre! repetía mi tía. Justo es decir que para , el pequeño héroe, mártir de su dignidad corporal, no hubo una sola lágrima. Mamá acaparaba todos los entusiasmos de aquel dolor, sacrificándole ellos la remota probabilidad de vida que yo pudiera aún conservar allá abajo.

Hasta llegar á la undécima jornada se tienen que salvar sucesivamente muchas cachuelas, formadas por una especie de saltos de arcilla amarilleja endurecida; esto obliga á perder un tiempo considerable por la necesidad que hay de descargar las canoas, para hacerlas subir por en medio de la corriente, tirándolas con sogas.

En viéndola, se apearon el primo, Sancho y don Quijote, al cual los dos le ataron luego fortísimamente con las sogas; y, en tanto que le fajaban y ceñían, le dijo Sancho: -Mire vuestra merced, señor mío, lo que hace: no se quiera sepultar en vida, ni se ponga adonde parezca frasco que le ponen a enfriar en algún pozo.

Yo, que bien descuidado iba de aquello, miré lo que era, y como no vi sino sogas y cinchas, que no era cosa de comer, díjele: "Tío, ¿por qué decís eso?" Respondióme: "Calla, sobrino; según las mañas que llevas, lo sabrás y verás como digo verdad."

Mi tía la Sanguijuelera contestó el chico con tan graciosa naturalidad, que Isidora no pudo contener la risa. Ya aprenderás mil cosas que no sabes. Y dime ahora, ¿qué aspiración tienes ?... ¿Qué quieres ser?... Yo no quiero ser nada repuso él con apatía. Es preciso que estudies y que trabajes. No volverás a la fábrica de sogas. Irás a un colegio. ¿Qué carrera quieres seguir?».

Cuando las dos mujeres anduvieron un poco más, dejaron de ver la soga; pero oyeron más fuerte el zumbar de la rueda acompañado de ligeros chirridos. Se adivinaba el roce del eje sobre los cojinetes mal engrasados y el estremecimiento de las transmisiones, de donde obtenían su girar las roldanas, en las cuales estaban atadas las sogas. Pero nada se podía ver.

Nada sabía; su tía le hablaba poco de Dios, y el maestro de escuela le había dicho sobre el mismo tema mil cosas huecas que nunca pudo comprender bien. Las nociones de su tía y las palabras del maestro se le habían olvidado con el penoso trabajo del taller de sogas y aquella vida errante de juegos, raterías y miseria. Sin saber cómo, este orden de ideas llevole a reconocerse culpable.

31 Entonces sus siervos le dijeron: He aquí, hemos oído de los reyes de Israel, que son reyes clementes; pongamos pues ahora sacos en nuestros lomos, y sogas en nuestras cabezas, y salgamos al rey de Israel; por ventura te dará la vida. Y él respondió: Si él vive aún, mi hermano es.

Sólo algunas fajas y tiras de pañuelos obscuros pendían de los balcones, balanceándolas el aire como sogas de ahorcado. El escaparate tenía un aspecto de vetustez y abandono; el polvo de tres días sombreaba los vivos colores de las telas; y hasta el emblema de la casa, aquel maniquí vestido de labradora, parecía mirar al través de los cristales la extensa y alegre plaza con ojos de muerto.