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Estos planetas, vistos con el telescopio, presentan fases como la Luna, y por las mismas razones que ella. Cada uno de dichos cuerpos está animado de un movimiento de rotación que dura casi lo mismo que el de nuestro globo. En efecto, mientras la Tierra gira sobre su eje en... 23 h. 56 m. Mercurio lo hace en... 24 h. 50 m. y. Venus, en... 23 h. 21 m.

El telescopio llegaba a alcanzar mundos tan remotos, que el rayo de luz llegaba hasta la lente después de un viaje de tres mil años. Y todos estos mundos incontables nacían, se transformaban y morían como los seres. En el espacio no había reposo, lo mismo que en la tierra. Unas estrellas se apagaban, otras brillaban macilentas, otras lucían con el estallido de vida de la juventud.

Los que necesitan reglas son los que estando sanos de cuerpo no lo estan de espíritu, y que preocupados de un pensamiento ponen á su disposicion y servicio todos sus sentidos, haciéndoles percibir, quizas con la mayor buena fe, todo lo que conviene al apoyo del sistema excogitado. ¿Qué no descubrirá en los cuerpos celestes el astrónomo que maneja el telescopio, no con ánimo reposado y ajeno de parcialidad, sino con vivo deseo de probar una asercion aventurada con sobrada lijereza? ¿Qué no verá con el microscopio el naturalista que se halle en disposicion semejante?

Mirando a lo alto, se encontraban con la boca de un tubo enorme que subía y subía, pulido y circular como el interior de un telescopio, con gran parte de su redondez de intestino sumida en la obscuridad y un débil resplandor de tragaluz allá en lo alto, junto a la boca curva e invisible. Era un ventilador de los que alzaban sus trombones amarillos sobre las diversas cubiertas.

Esta persona ocupa un hotel muy pequeño, junto a las fortificaciones: una caricatura de casa de tres pisos; diríase que es un telescopio amueblado por Martine; una vivienda paradójica. César, que lleva una cartera de ministro, como si fuera un pedicuro, llama a la puerta de esta casa.

A los pocos segundos entra en el despacho directorial el profesor literario: es un hombrón rubiazo, miope, rasurado, inverosímilmente flaco y ya un poco calvo; no sabe dónde poner las manos ni los pies; flota como una deuda en una chaqueta lamentable; diríase que fué criado en un telescopio. Parece aburrido más de cuanto pudiera expresarse.

El telescopio á medida que se perfecciona, extiende los límites del universo, y parece caminar á lo infinitamente grande; la perfeccion del microscopio siguiendo la direccion opuesta, parece caminar hácia lo infinitamente pequeño. ¿Dónde están los límites? Es probable que el encontrarlos no es permitido al débil mortal, mientras habita sobre la tierra.

Mirándola con el telescopio, esta zona se descompone en miriadas de estrellas; su inmenso número y lo débil de su brillo es la causa de aquella apariencia lechosa á que debe su nombre la Via Láctea.

Casi todas descendían hasta el puerto viejo, con un reguero de aguas sucias por mitad del arroyo que saltaba de piedra en piedra. Eran obscuras como tubos de telescopio, y al extremo de sus zanjas malolientes, ocupadas por el deforme mujerío, se abría un amplio desgarrón de luz y de azul.

Tenía sin duda mucho de pájaro en figura y gestos, y más, visto en su sombra. Era anguloso y puntiagudo, usaba sombrero de teja de los antiguos, largo y estrecho, de alas muy recogidas, a lo don Basilio, y como lo echaba hacia el cogote, parecía que llevaba en la cabeza un telescopio; era miope y corregía el defecto con gafas de oro montadas en nariz larga y corva.