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¿Volveré a contemplar sus adoradas facciones, aquel pálido rostro y la hermosa cabellera rubia? No lo ; sobre esto nada, me dice el hado, nada los presentimientos. No lo .

Pero la muerte tira la cuerda limitada por la mano del hado, y todo lo turba, y acaba el poderoso príncipe como el rústico labriego.

Yo voy, y mientras se ordena Su venida, por estrena Del contento que me has dado, Yo dire á mi renegado Que te quite esa cadena. Vase. Qué es esto, cielos, que he oido? Es mi Silvia? Silvia es cierto; Es posible, hado incierto! Que he de ver quien me ha tenido Vivo en muerte, en vida muerto? Esta es mi Silvia, á quien llamo, A quien sirvo, y á quien amo Mas que todo lo del suelo.

Rimar todo un poema entero de dolores, cruzar todo un sendero sembrado de amarguras, y, entre penas y llantos y amargos sinsabores, gustar de un trago toda la hiel de las torturas. Y si el vivir es sólo sinónimo de pena, ¿por qué nos crió el hado y luego nos condena a una existencia triste, penosa y dolorida?

Casi todos los que se hacen ricos niegan el acaso, la fortuna, el hado o la suerte: éstos les parecen vanos nombres, detrás de los cuales procuran ocultarse la pereza, el despilfarro, el desorden y la tontería. De aquí que se tengan por las personas más prudentes, más razonables, más ingeniosas y más sabias de la tierra. Y puede que les sobre razón. Yo no lo niego ni lo afirmo.

Sintiendo en su favor su suerte y hado, El Estrecho embocò con buena mano, Y en breve al mar del sur sale triunfando, La tierra firme en Chile costeando. La costa y tierra toda estremecía, Las nuevas por los aires retumbaban, La gente de los indios se temía, Que muy mal se sonaba que hablaban.

Necesito razonar, meditar y combatir; algunas veces llorar, pues quién mucho quiere amar mucho tiene que sufrir. Huyeron los días de calma, días de alegres amores, en que bastaban las flores para consolar al alma de sus penas y dolores. Van huyendo, poco a poco, cuantos amé, de mi lado; aquél muerto, éste casado, porque sella cuanto toco con la desventura el hado. ¡Huye también, musa! ¡Vete!

No me parece mal remedio ése dijo Cortado ; pero advierta vuesa merced no se le olviden las señas de la bolsa, ni la cantidad puntualmente del dinero que va en ella; que si yerra en un ardite, no parecerá en días del mundo, y esto le doy por hado. No hay que temer deso respondió el sacristán ; que lo tengo más en la memoria que el tocar de las campanas: no me erraré en un átomo.

Hoy mueren diez, mañana mueren veinte: No basta gentileza y bizarría, A contrastar el hado, ni el sapiente Al rustico ventaja le hacia. La gala y hermosura prestamente Fenece, y el aviso y cortesía, Que la tirana, cruel, rabiosa perra A barrisco lo lleva todo á tierra.

Empero agora, que ha querido el hado Reducir nuestra nave á tan buen puerto, Las velas de la guerra recojemos, Y á qualquiera partido nos ponemos.