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Actualizado: 10 de julio de 2025
Esta clase de educaciones exquisitas son en París, como en otras partes, el consuelo de muchas viudas cuyos maridos viven, sin embargo. La señorita Juana Berengére de Latour-Mesnil había recibido felizmente de la naturaleza todos los dones que podían favorecer la ambición de una madre.
En el trato, en la literatura, en las artes, el excesivo deseo de agradar produce desagrado; el afan por ofrecer cosas demasiado exquisitas fastidia: lo ridículo está junto á lo sublime; lo delicado no dista de lo empalagoso; el prurito de ofrecer cuadros simétricos, suele conducir á contrastes disparatados.
Una naranja madura desprendíase del árbol, de vez en cuando, cayendo junto a mí, como aletargada por el calor, con un ruido mate y sin eco en la tierra apelmazada. Para apoderarme de ella, me bastaba extender la mano. Eran soberbias frutas, de un rojo purpúreo en su interior. Parecíanme exquisitas, y después ¡era tan hermoso el horizonte!
La parte superior de cada muro, desde su altura média hasta los techos artesonados, de yeso estucado ó de madera, reproduce en lo general, con increible profusion, los mismos adornos floridos ó arabescos que hacen el encanto de la Alhambra, repitiéndose siempre las formas de aquellas exquisitas filigranas de yeso, pero sin perder por eso su gracia de contornos, su finura de líneas sorprendente donde quiera, y su viveza de colorido en combinaciones resplandecientes.
Oyen á un Predicador, que habla con frases compuestas y adornadas: sus voces son exquisitas, sus cláusulas tienen cadencia, su ayre en el decir es primoroso, sus movimientos muy prontos, y sin otro exámen dicen: ¡O! este es un Predicador sin segundo. Este juicio es de los mas comunes, y mas errados que oigo en el trato civil.
La plática se hizo más alegre, pero más suave y discreta también. Largo rato sonó en el rojo gabinete un cuchicheo amoroso sobre el cual estallaba de vez en cuando el eco de una carcajada comprimida ó el rumor de un beso. La blonda extranjera estuvo como nunca tierna, mimosa, embriagando á su noble amante con dulces y exquisitas caricias que jamás éste conociera.
Los corredores, con rejas de madera, estaban adornados con sendas cortinas de pámpanos entre los cuales maduraban unas uvas dulces y exquisitas que D. Félix estimaba más que á las niñas de sus ojos. La plaza que se abría delante de este edificio era el sitio más amplio y desahogado del pueblo.
Y tal vez haya comido en Lhardy solo, triste, sin que hayamos podido tener un rato de amena plática ante las viandas exquisitas... Esto es, en realidad, tremendo; ya no tengo sueño. ¿Cómo voy a dormir estando Sarrió en Madrid? Me voy a la calle; creo que mi deber me impone el visitarlo. Pero ¿dónde vive Sarrió? ¿Cómo encontrarlo?
Su genio, su continente, la dulzura de su mirada, la perfecta igualdad de su carácter compuesto de oro maleable y de acero, es decir, indulgencia y verdadera virtud, aquel natural resistente sin dureza, paciente, unido, siempre en el equilibrio de un lago abrigado del viento; aquella amiga tan ingeniosa para hallar recursos de consuelo, aquella boca inagotable en frases exquisitas, todo cambió.
Petra, para resarcirle, le hizo caricias muy exquisitas, con lo cual dio por bien empleado el bofetón y se dispuso a recibir todos los que en adelante aquélla fuera servida darle, como así acaeció en efecto.
Palabra del Dia
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