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Actualizado: 3 de mayo de 2025


Veía enfrente de la sotana tersa de pliegues escultóricos, rectos, simétricos, una sotana de medio tiempo, de rico castor delgado, y sobre ella flotaba el manteo de seda, abundante, de muchos pliegues y vuelos. Bismarck, detrás de la Wamba, no veía del canónigo más que los bajos y los admiraba. ¡Aquello era señorío! ¡Ni una mancha!

Los reconocía únicamente por su sombrero de fieltro con cuatro hoyos simétricos y terminado en punta. ¡Hermosos muchachos, sanos, fuertes y con aire de buenos! A algunos les encontraba cierto parecido con Alberto. ¡Vivan los Estados Unidos! Se entendía con estos soldados por medio de gestos y de guiños, más que por palabras. Pero esto importaba poco.... ¡Cuando hay simpatía y buena voluntad!...

En el trato, en la literatura, en las artes, el excesivo deseo de agradar produce desagrado; el afan por ofrecer cosas demasiado exquisitas fastidia: lo ridículo está junto á lo sublime; lo delicado no dista de lo empalagoso; el prurito de ofrecer cuadros simétricos, suele conducir á contrastes disparatados.

, poco a poco fue sintiendo Bonis que la música del alma se le bajaba a los dedos; las curvas de su arabesco se hacían más graciosas, sus complicaciones y adornos simétricos más elegantes y expresivos, y la indeterminada tracería se fue cuajando en formas concretas, representativas; y al fin brotó, como si naciera de la cópula de lo blanco y de lo negro, brotó en un cielo gris la imagen de la luna, en cuarto menguante, rodeada de nubes, siniestras, mitad diablos o brujas montados en escobas, mitad colmenas de formas fantásticas, pero colmenas bien claras, de las que salían multitud de bichos, puntos unidos a otros puntos que tenían cuerpos de abejas, con patas, rabos y uñas de furias infernales.

Donde quiera se ven colonias de abejas, cuyas colmenas se destacan en graciosos grupos en medio de campos floridos, ó se repara en los montones simétricos de cuarterones ó pequeños adobes de turba, de cuyo seno se escapan turbias espirales de humo que se pierden en el follaje de los árboles.

Porque se trataba de una plazoletilla triangular, de irregulares líneas y viejo y abigarrado caserío, donde no había dos balcones iguales, ni dos edificios simétricos, ni monumento alguno bueno ni malo; nada, en fin, que fuese elegante, ordenado, lujoso, ó tan siquiera limpio. ¡Y en esto precisamente consistían su belleza artística, su encanto poético, su color histórico!

Estaban allí los árboles menos simétricos, limpios y derechos que en Vichy; más desigual el suelo de la ruta; más virgen la hierba de los linderos; menos barnizadas, pulidas y flamantes las quintas y hoteles que ambos lados del camino guarnecían.

aquí el boceto. Dos fuentes riquísimas en escultura y agua, circuidas por una especie de celaje de polvo, porque tal es la impetuosidad con que el agua brota: en medio de las fuentes, un obelisco egipcio colosal: en torno á la plaza, grandes pedestales con las estátuas de las principales ciudades del reino, sembradas todas las distancias por gruesas farolas de bronce: hácia adelante, el Paris de la otra orilla del Sena, con su aspecto feudal, sus palacios que parecen castillos, sus casas y sus árboles corpulentos y verdes: hácia atrás, los dos palacios que limitan lateralmente la calle Real, y en su fondo el gran templo de la Magdalena, circuido de suntuosas columnas estriadas: á la izquierda, el jardin de las Tullerías, dividido por una verja, coronada á intérvalos de águilas doradas, entre dos pedestales que sostienen caballos de mármol; luego un surtidor del jardin que arroja el agua á la altura de un cuarto ó quinto piso, formando mil ondulaciones caprichosas á impulsos del viento; despues varias calles de árboles simétricos, á través de otras fuentes, hasta cerrarse el horizonte con la fachada del palacio imperial, corriendo una extension de novecientos á mil pasos: á la derecha, los campos Elíseos, por entre cuya hilera de árboles se dilata la vista, hasta detenerse en el arco triunfal de Napoleon, creacion enorme de la riqueza y del entusiasmo.

A los lados se destacan graciosas casas campestres en gran número, cubiertas de paja, pulcramente blanqueadas y rodeadas de jardines y huertos perfumados. Detras agitan sus copas de un verde oscuro las moreras, salpican el campo los simétricos viñedos, ú ondean como lagos de verdura los entables de trigos, dominados á veces por las flotantes espigas y las rubias cabelleras de las cañas de maiz.

Por un lado se veía á un antiguo prócer del tiempo del Rey nuestro señor don Felipe III, con la cara escuálida, largo y atusado bigote, barba puntiaguda, gorguera de tres filas de canjilones, vestido negro con sendos golpes de pasamanería, cruz de Calatrava, espada de rica empuñadura, escarcela y cadena de la Orden teutónica; á su lado una dama de talle estirado y rígido, traje acuchillado; gran faldellín bordado de plata y oro, y también enorme gorguera, cuyos blancos y simétricos pliegues rodeaban el rostro como una aureola de encaje.

Palabra del Dia

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