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Les hizo salir por la puerta del jardín y, dando la vuelta por él, los llevó hasta un paraje donde adosadas a la pared sobre tableros había hasta veinte o más colmenas de corcho. Ni un paso más les dijo porque es peligroso. Dejadme a solo.

En otoño, por ser cuando se dan los mejores frutos, se castran las colmenas y está fresca la miel, se empleaba Juana en hacer carne de membrillo y de manzana, gran variedad de turrones y legítimo y esponjado piñonate, cuyos gruesos y dorados granos quedaban ligados con la olorosa miel bien batida.

Y vuelvo a decir que se tenga cuenta con mi sustento y con el de mi rucio, que es lo que en este negocio importa y hace más al caso; y, en siendo hora, vamos a rondar, que es mi intención limpiar esta ínsula de todo género de inmundicia y de gente vagamunda, holgazanes, y mal entretenida; porque quiero que sepáis, amigos, que la gente baldía y perezosa es en la república lo mesmo que los zánganos en las colmenas, que se comen la miel que las trabajadoras abejas hacen.

Hay poblaciones enteras que no viven de otra cosa; y acaso en mucha parte debe atribuirse la índole dulce y laboriosa de los Suizos al hábito de cuidar con esmero los árboles, admirarlos repletos de flores y aromas y recoger sus frutos al lado de muy numerosas colmenas.

Hambre todos los días, paliza todas las semanas, viviendo en uno de esos caserones que parecen colmenas obscuras; frío en el lavadero para ganarse una mala libreta, y como término, la muerte en el hospital. ¡Anda y toma albañilillo!

Donde quiera se ven colonias de abejas, cuyas colmenas se destacan en graciosos grupos en medio de campos floridos, ó se repara en los montones simétricos de cuarterones ó pequeños adobes de turba, de cuyo seno se escapan turbias espirales de humo que se pierden en el follaje de los árboles.

Las musas danzarán sobre tu césped y gustarán la miel de tus colmenas. el manantial donde las almas nobles el agua pura del Ensueño beban, la torre de márfil donde se guarde el tesoro ideal de nuestra lengua. Hispanos: si algún día la escarnecen, nuestras aljabas vaciarán sus flechas, y nos verán, triunfantes o vencidos, al pié de esta sagrada ciudadela. ¡Oh rosas de lascivia!

, poco a poco fue sintiendo Bonis que la música del alma se le bajaba a los dedos; las curvas de su arabesco se hacían más graciosas, sus complicaciones y adornos simétricos más elegantes y expresivos, y la indeterminada tracería se fue cuajando en formas concretas, representativas; y al fin brotó, como si naciera de la cópula de lo blanco y de lo negro, brotó en un cielo gris la imagen de la luna, en cuarto menguante, rodeada de nubes, siniestras, mitad diablos o brujas montados en escobas, mitad colmenas de formas fantásticas, pero colmenas bien claras, de las que salían multitud de bichos, puntos unidos a otros puntos que tenían cuerpos de abejas, con patas, rabos y uñas de furias infernales.

Unas veces la diligencia rueda suavemente por entre tupidos bosques, basílicas perfumadas de verde y blando tapiz y elegantísima techumbre, donde la mirada se siente como aprisionada entre artesonados de verdura aérea coronando interminables columnatas de color gris ó rojizo, como parecen los mástiles de los abetos y pinos; otras se desciende al fondo de un estrecho vallecito lleno de aromas y rumores salvajes, ó salpicado de chalets y sementeras, ó colmenas de abejas domesticadas, que le dan el aspecto de un huerto caprichoso y variado; otras, en fin, al trepar á una eminencia, sobre alguna de las mas altas montañas, ó al pasar por delante de una abra de los grupos ó cordones que las forman, se registra un vasto horizonte que abarca toda la Suiza central, y se ve á lo léjos, al S.S.-E., el grandioso anfiteatro de montañas graníticas y nevadas de los Alpes berneses.

Al otro lado, hacia la izquierda, en medio de malezas cubiertas de nieve, detrás de un muro pequeño de piedra en seco y de las empalizadas de un jardinillo, comenzaba a descubrirse la vieja casa forestal del guarda Cuny, con sus tres colmenas puestas sobre una tabla, su antigua y nudosa parra, que trepaba por un colgadizo hasta el tejado, y su rama de abeto pendiente del canalón a guisa de muestra; porque Cuny tenía también el oficio de tabernero en aquellas soledades.