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Actualizado: 6 de mayo de 2025


22 He aquí que voz de fama viene, y alboroto grande de la tierra del aquilón, para tornar en soledad todas las ciudades de Judá, en morada de dragones. 23 Conozco, oh SE

No hay dentro de aquél el lujo llamativo y hasta charro que hubo dentro de éste; pero, en cambio, hay mayor elegancia y mejor gusto, sin que falte nada de cuanto debe haber, así en cantidad como en estilo, en la morada de una mujer de los vuelos de nuestra heroína.

Los dos amigos fijaron su nueva morada en la casa de una piadosa viuda, de buena posición social, la cual asignó al Sr. Dimmesdale una habitación que daba á la calle, bañada por el sol, pero con espesas cortinas en la ventana que suavizaban la luz cuando así se deseaba.

Para solicitar las concubinas se acostumbra mandar un emisario á la casa de los padres con el cris ó campilan del pretendiente, en cuyo nombre, una vez tomada la venia, contrata con la doncella las condiciones de la concesión, y seguidamente la lleva á la morada de su dueño.

La plaza de Agaña, compendia la vida de Marianas; el dolor tiene su morada, como lo tiene el poder, la religión y el saber.

Muy luego fué rodeado de piadosas lágrimas y oraciones. Yo me retiré con el alma profundamente conmovida por aquella escena extraordinaria, que debía permanecer secreta para siempre, entre aquel muerto y yo. Este triste suceso de familia ha hecho pesar sobre cuidados y deberes de que tenía necesidad para justificar á mis propios ojos la prolongación de mi morada en la casa.

He visto a ese desgraciado que ahí queda infligírselos por un impulso fatal. Mi espíritu sangra y no comprende nada. ¡Glorioso sol, arrástrame contigo; condúceme al templo de la Verdad y la Bondad infinitas, a la morada de ese Poder en cuyo seno divino todas las contradicciones se resuelven, todos los dolores se apagan!

En aquella aparición, creí yo ver algo más que la morada de la dicha, algo más que el Olimpo, mansión de los inmortales. Pero una nube maliciosa cerró de nuevo la salida por donde había yo visto la montaña. Halléme de nuevo entre viento, nieve y lluvia y consoléme con decir: ¡un Dios se me ha aparecido!

Terminada su victoria, Perla regresó tranquilamente al lado de su madre, á la que dirigió una risueña mirada. Sin otra aventura llegaron á la morada del Gobernador.

Fué uno de los próceres más ilustres que honraron á Sevilla el Duque de Alcalá D. Perafán de Rivera, el cual por la calidad de su extirpe, por el trato con los más doctos varones de su época y por su cargo de Virrey de Nápoles no pudo sustraerse al influjo cultísimo de su época, y al de la región privilegiada en que ejerció su mando, así es que al morir, según el dicho de Zúñiga «dejó lleno el mundo de su fama» y nosotros podríamos añadir que también su palacio de Sevilla con no pocos testimonios de su cultura y de su amor por las memorias artísticas del pasado, cuidándose de enriquecer con ellas su morada; y así no es extraño, que, tomando tan noble ejemplo sus sucesores, hubiesen emulado en atesorar en la misma infinitos objetos de valía inapreciable para la historia y para el arte.

Palabra del Dia

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