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Actualizado: 26 de mayo de 2025


Pero en torno de esta creación singular se agrupan, como digno cortejo, todos con fisonomía propia y rebosando de vida: la vieja Narda, sentenciosa consejera de Magdalena; el hidalgo don Lope, alma de oro con corteza de hierro, tan breve en palabras como largo en hechos, último vástago de aquellos indomables banderizos del siglo XV, y condenado en el nuestro a matar las solitarias horas sobre su potro de piedra; el estudiante, el indiano, la solterona Osmunda, providencial castigo de don Gonzalo; Carpio y Gorio, en quienes se cifra y compendia el carácter del campesino montañés con todos sus rodeos y suspicacia, y hasta los personajes de segundo orden, Chisquín, Toñazos, Polinar, Barriluco.... ¡Qué plenitud de sangre española en todos ellos! ¡Y qué cuadros los que llevan los títulos de La feria de Pedreguero, La romería de Verdellano y El festín!

En esos momentos una sonrisa se dibuja en sus labios, y una silenciosa lágrima rueda por sus facciones, valientes, cual los fieros elementos que las rodean, rudas, como el aquilón que sobre ellas se estrella, y vivas, cual los tropicales rayos que las alumbran. La lágrima del hijo del mar compendia toda una existencia de recuerdos.

La plaza de Agaña, compendia la vida de Marianas; el dolor tiene su morada, como lo tiene el poder, la religión y el saber.

¡Eh! murmuró uno con la misma viveza que si le hubiera picado una culebra. ¡Qué blasfemia ha dicho usted! En esa especie de aforismo, solo se compendia una de las muchas vulgaridades que se repiten en este país, por quien no lo conoce. Que pruebe que las mujeres aman dijo uno. Que nos demuestre que los pájaros cantan gritó otro. Pues que justifique que las flores huelen balbuceó un tercero.

Al siglo XVI, á ese siglo en que ni el sol dejaba de alumbrar dominios españoles, ni su bandera de ondear doquiera hubiera una peña donde sustentar su grandiosa insignia; al siglo XVI, epopeya ante la cual, todo español vuelve los ojos engrandeciéndose con su grandeza; al siglo XVI, que veía pasar ante los misteriosos dientes de su grandiosa rueda, hazaña tras hazaña, conquista tras conquista; á ese siglo que parecía no acabaría de registrar en sus doradas páginas triunfos y victorias: á ese siglo, en que veneros de oro arrojaba el Nuevo Mundo, mundo del cual dice un célebre poeta invocando la gran figura de Isabel, que había en bancos de coral, rocas de perlas; á ese siglo que tiene un prólogo tan grandioso como el que dejó escrito con la punta de su espada, el invencible Gonzalo de Córdoba, siendo una de las letras de su epílogo el postrimer suspiro del que moría entre los sombríos y artísticos muros del Escorial, después de haber hecho temblar al mundo de Oriente á Occidente; á ese siglo en que, á imitación de los antiguos rituales, hacían renacer los aragoneses y catalanes la memoria de Rodrigo de Vivar, reproduciendo las solemnes fórmulas del juramento que hizo temblar á Sancho el Bravo; á ese siglo que compendia la edad de oro de nuestra literatura, á cuyo frente figuran genios como Lope de Vega y Cervantes; á ese siglo, en que un Carlos I recogía del suelo los pinceles del Ticiano; á ese siglo en que se incubaban en la mente de Blasco de Garay los primeros gérmenes que habían de crear esos gigantescos pulmones de hierro que en sus potentes transpiraciones de vapor horadan la roca, dividen las ondas y acortan el espacio; á ese siglo, en fin, le cupo la gloria de ver descubiertas á la nueva civilización las hoy llamadas islas Marianas, con todo el Archipiélago Filipino.

Sinagogas; mezquitas; alminares que sirven de torres á iglesias cristianas; Puertas tan notables como la del Cambrón, que compendia toda la historia de Toledo, pues en ella han puesto mano Wamba, los moros y Carlos V, ennobleciéndola más y más con cada restauración; ruinas de Palacios tan interesantes, respectivamente, como los que habitaron D. Pedro el Cruel y D. Enrique de Trastamara; murallas del tiempo de D. Rodrigo; el Baño de la Cava; la Capilla mozárabe de la Catedral; la gran Fábrica de Armas, donde se siguen forjando y templando espadas como las que nos valieron tantas victorias en otros días; El Cristo de la Vega de la leyenda de Zorrilla; la romántica Plaza del Zocodover; la Posada de la Sangre, contemporánea de Don Quijote; ¡qué yo cuántas cosas me han entusiasmado durante mi estancia en Toledo!.....

Y al contrario, a la felicidad y bienandanza de nuestro linaje, suele contribuir más que el que escribe el que compendia lo profusamente escrito o lo destruye y lo borra. Valga para ejemplo lo que se cuenta de Confucio, quien de millones y millones de máximas que había en China, extractó unas pocas y formó así el libro fundamental de la sabiduría en el celeste imperio. Moraleja final de todo.

Hay una palabra en casi todos los cumintán que no se puede traducir á ningún idioma conocido; es como si dijéramos el ¡ole! ó el ¡chachipé! de la taberna del candil de Cádiz. Si no hay lengua en el mundo que traduzca esas palabras, tampoco la hay que lo haga del cariquit-diquitán tagalo. Dicha palabra compendia todo un mundo de mimos, de caricias, de besos, de suspiros.

Palabra del Dia

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