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Actualizado: 22 de junio de 2025
El marinero que en la cofa estaba Gritó al Corsario que tambien velaba, «Un barco viene.» El se levanta magestuoso y mudo, Y de los vientos al silvido rudo Todo previene. Era francés el buque que venia, Y allá en su mástil ondear se via De Julio el pabellon. Viva la Francia! gritan muchas veces; Vivan los libres! gritan los franceses De noble corazon.
En un pabellón estaba la capilla, cerrada muchos años, con una espadaña de hierro en el tejado, de la cual pendían dos campanas cubiertas de herrumbre. El pabellón opuesto servía de habitación al conserje, y en una ventana de medio punto alineábanse macetas de flores bajo una cortina de tonos alegres que la brisa hacía ondear.
Tenían un aspecto grave, duro, austero, implacable. Empujaron repetidas veces á Desnoyers como si no le viesen. Parecían monjas, pero con revólver debajo del hábito. A mediodía empezaron á llegar otros automóviles, atraídos por la enorme bandera blanca con una cruz roja que había empezado á ondear en lo alto del castillo.
4 y lo que hizo al ejército de Egipto, a sus caballos, y a sus carros; [cómo] hizo ondear las aguas del mar Bermejo sobre ellos, cuando venían tras vosotros, y el SE
Y Yáñez, recordando que aquella noche comenzaba la temporada de ópera con Lohengrin, su ópera predilecta, veía los palcos cargados de hombros desnudos y nucas adorables, entre destellos de pedrería, reflejos de sedas y airoso ondear de rizadas plumas.
Luego, los vendedores de naranjas, de silbatos y de globos; la corriente humana que no cesa de circular, engrosada por los torrentes que cada bocacalle vomita sobre la plaza; los soldados, tan marciales, en fila, los ojos sobre el jefe, que recorre la línea a caballo, dejando ondear al viento su penacho azul y blanco; las músicas, que tocan; el cañón, que truena; los cohetes, que estallan; las campanas, que vibran, y por último, el Presidente, que pasa, a pie, camino de la Catedral, en medio de los acordes graves y solemnes del himno nacional, precedido, rodeado y seguido de brillante cortejo.
Alguien aseguró después que, hasta que de vista se perdieron, doña Mencía estuvo en el balcón de su estancia, que se elevaba sobre el muro, y desde donde se oteaba el circunstante paisaje, mirando a los que partían, y dando al mancebo cautivo un postrer adiós con el blanco pañizuelo de holanda que hacía ondear su diestra, cuando no se le llevaba a los ojos para enjugarse el llanto delator que los humedecía.
Su luz, los nombres dora De la urna funeraria, Donde enlutada llora La musa solitaria, Los mártires valientes Cuyas soberbias frentes Humeando sangre estan. Miradlos sobre el suelo Que hollamos con la planta, Mirad: en raudo velo Su espíritu levanta La célica bandera, Que ondear hace altanera La ráfaga veloz.
Sordo fragor en sus entrañas ruge Al despeñarse el agua del torrente, Cual si arrastrase en rápida corriente De un mundo el esqueleto colosal. Y allá en su cima los eternos hielos Brillan como el almete de un guerrero, Cuando cubierto de fulmineo acero Se vé atrevido su creston ondear.
Allí fué donde se entabló el primer combate de la revolución filipina de 1898, que podemos llamar la continuación de la campaña de 1896 á 97, combate que duró desde las diez del dia hasta las tres de la tarde, en que por falta de municiones se rindieron los españoles con todas sus armas á los revolucionarios filipinos, que entraron en Cavite con los prisioneros, cuya gloriosa ocasión aproveché para sacar á luz y hacer ondear la bandera nacional, que fue saludada por un inmenso gentío, con aclamaciones de delirante alegría y grandes vivas á Filipinas independiente y á la generosa nación de los Estados Unidos, habiendo presenciado el acto varios oficiales y marinos de la escuadra americana, que demostraron claramente sus simpatías por la causa de los filipinos, tomando parte en su natural júbilo.
Palabra del Dia
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