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He ahí por qué el mármol y el lienzo son inferiores a la música, que abre horizontes infinitos, dibuja catedrales medioevales, envuelve en nubes de blanca luz sideral, lleva en sus ondas invisibles mujeres de una belleza soñada, os convierte en héroes, trae lágrimas a los ojos, pensamientos serenos al cerebro, recorre, en fin, la gama entera e infinita de la imaginación...

Ese es un hermoso día para Martín. La compañía de toda aquella gente, porque él es uno de los más altos dignatarios de la asociación, lo ha sacado de su somnolencia; sus ojos brillan, una sonrisa jovial se dibuja en su boca. ¡Si llevase con un poco más de soltura su traje de fiesta! El sombrero profundamente hundido en su frente, deja ver detrás de la cabeza un mechón de cabellos hirsutos.

Hay, por ejemplo, quien conoce este paisaje senda a senda y palmo a palmo, y tiene, como yo, el vicio de andar por él; hay quien pinta y dibuja admirablemente; hay un barquito de paseo, un balandro... un yacht primoroso que está a mi disposición, y quien le gobierna con una destreza y una serenidad, que te pasmarían... hasta hay, por haber de todo, quien oiga con corazón de artista algo de lo que yo toco al piano, y aun cante, con hermosa voz, parte de ello, acompañado por .

Clara se arropó; apoyóse en una gran piedra sillar que allí había, y, con el alma agotada ya, miró al cielo buscando la luna, una estrella, cualquier cosa que no fuera negra y horrible, cualquier cosa que no hubiera visto aquella noche en otra parte; pero no vió ni estrella ni luna: tan sólo allá abajo, en la dirección del puente y en el horizonte que tras la otra orilla del Manzanares se dibuja, vió una lumbre rojiza, esa claridad violenta de encendido color, que es en noches tempestuosas como una fiebre del cielo.

El perfil de rocas y nieves resalta con limpidez en el cielo azul; á pesar de la distancia enorme, el monte, azulado también como las profundidades aéreas, se dibuja con todos sus relieves de aristas y promontorios; distinguimos los valles, las quebradas, los precipicios; á veces, al ver un punto negro que se mueve lentamente en la nieve, hasta podemos, con auxilio de un catalejo, conocer á un amigo que trepa á la cima.

¡Pues cuando usted la oiga!... Esa chica lo hace todo bien. ¡Si viera usted cómo dibuja! ¿No tienen más hija que ésta los señores de Elorza? Y aquella otra niña que está sentada allí enfrente, que se llama Marta. Ha de ser muy linda también. En efecto, es bonita..., pero no tiene expresión alguna. Es una belleza vulgar, mientras que su hermana... Silencio, que ya empieza.

El glorioso Bartolo aprovecha la confusión para acercarse á Nolo y le dice: Ya que esta noche en la peña de Sobeyana habéis zurrado la piel á esos cerdos de Lorío. Todos te lo agradecemos, Nolo. En este pueblo siempre tendrás guardadas las espaldas. Muchas gracias, Bartolo responde el héroe mientras en sus labios se dibuja una sonrisa altiva. Nada de eso que me dices.

En estos días llevo cara de filósofo, es decir, de mal humor; una sonrisa amarga de indiferencia y despego a cuanto veo se dibuja en mis labios; llevo conmigo un lente, no porque me sirva, pues veo mejor sin él, sino para poder clavar fijamente el objeto que más me choca, que un corto de vista tiene licencia para ser desvergonzado; no saludo a ningún amigo ni conocido que encuentro, porque esto sería hacer yo también un papel en la comedia de que pretendo ser únicamente espectador, y que sólo para divertirme a creo por entonces que representa el mundo entero.

Desde la agreste cumbre, suelta, hervorosa, su penacho de linfas la catarata: en él dibuja el iris su franja hermosa, que el lago en sus cristales después retrata. Por tu atmósfera vírgen, urna de aromas, donde sus róseos labios la aurora imprime, vuelan y se acarician blancas palomas, suspirando de amores himno sublime.

Más abajo, sobre la hierba que ostenta hermosas manchas de sombra y de luz, una joven con cabellera rubia y ojos azules, de talle esbelto y flexible cual las que se mecen al rumor del Océano, dibuja en un libro que apoya en sus rodillas; reproduce una parte del paisaje que se ofrece a sus ojos, vivificado por hermosos tonos de sombra y de luz, por el humo de las cabañas, por el grupo de cabras que hay en lo alto de los riscos.