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Actualizado: 31 de mayo de 2025
Más abajo, sobre la hierba que ostenta hermosas manchas de sombra y de luz, una joven con cabellera rubia y ojos azules, de talle esbelto y flexible cual las que se mecen al rumor del Océano, dibuja en un libro que apoya en sus rodillas; reproduce una parte del paisaje que se ofrece a sus ojos, vivificado por hermosos tonos de sombra y de luz, por el humo de las cabañas, por el grupo de cabras que hay en lo alto de los riscos.
Muestra tu tostada frente, Canta un cielo derrepente O una décima de amor! Cuando á lo lejos divisan Tu sepulcro triste y frio, Oyen del vecino rio Tu guitarra suspirar; Y creen escuchar tu voz En las verdes espadañas, Que se mecen cual las cañas Al soplo del vendabal.
La luna brilla hermosa Cual lámpara divina Rielando misteriosa; En la region Andina Su genio se levanta, Y en torno se quebranta La tierra con fragor. Los cascos resplandecen Cual rápido meteoro, Las plumas que se mecen Entre celajes de oro Anuncian mil campeones, Y en medio á las lejiones Se eleva un pabellon.
La marcha era lenta, porque no podíamos desprender nuestras miradas de la vegetación soberana que se levantaba, como una sinfonía poderosa, en la falda de la montaña. ¿Qué árboles eran aquellos? ¿Qué nombres llevan en la clasificación de Linneo esas infinitas fibrillas que entrelazan sus troncos, defendiéndolos del sol y conservándoles una atmósfera de eterna fescura? ¿Cómo nombrar esas mil flores, ostentando los colores del iris, que se inclina sobre la senda estrecha y mecen sus racimos sobre la frente del viajero?
Del valse los acordes Cual aves voladoras, Batiendo alas sonoras El aire hacen vibrar; Y á sus alegres notas Los grupos se estremecen, Como los vientos mecen Las flores de un rosal. Ya la armonia Con freno de oro, Gobierna el coro Puesta de pié: Su alada planta Traza ligera Mágica esfera Que nadie ve. Unamos El brazo Con lazo Tenaz, El pecho Sintiendo Latiendo A compas.
A unos cuantos pasos de allí, el aspecto del barranco cambia todavía. Aquí el fondo no es más que un pequeño reguero practicado por el agua en arcilla dura, casi rocosa; no sin pena, consigo pasar por el desfiladero asiéndome de algunas ramas que se mecen sobre mi cabeza.
Creo algunas veces que aun me mecen susurrándome cuentos al oído. El médico sonreía, y Sánchez Morueta se apresuró á añadir: Pero me siento más feliz, más tranquilo que antes. Además, en estas meditaciones hay algo que me impresiona profundamente y que ni tú ni nadie podéis negar: la Muerte. Nos hacemos viejos, Luis, y ella llega y no valen para ablandarla riquezas ni ruegos.
Un mundo de monos es la otra pintura. Las dos hojas del libro están llenas de monos: un mono colorado juega con un monito verde: un monazo de barba le muerde la cola a un mono tremendo, que anda como un hombre, con un palo en la mano: un mono negro está jugando en la yerba con otro amarillo: ¡aquéllos, aquellos de los árboles son los monos niños! ¡qué graciosos! ¡cómo juegan! ¡se mecen por la cola, como el columpio! ¡qué bien, qué bien saltan! ¡uno, dos, tres, cinco, ocho, dieciséis, cuarenta y nueve monos agarrados por la cola! ¡se van a tirar al río! ¡se van a tirar al río! ¡visst! ¡allá van todos!
Una inmensa alfombra de gramíneas rizadas cubre las orillas del canal, y sobre ese interminable feston, agitado por las brisas, se mecen las palmas elegantes de las gramíneas arbóreas, entretejidas por cortinas flotantes de parásitas y flores, que forman sobre la cabeza del viajero una bóveda sombría, poblada de perfumes desconocidos y de indefinible belleza artística.
Palabra del Dia
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