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Actualizado: 4 de junio de 2025
Salió de la casa el marqués de Moraima, montando inmediatamente en su caballo. Ahora mismo baja la niña. Las mujeres ya se sabe... tardan mucho en arreglarse. Y decía esto con la gravedad sentenciosa que daba a todas sus palabras, como si fuesen oráculos. Era un viejo alto y huesudo, con grandes patillas blancas, entre las cuales la boca y los ojos conservaban una ingenuidad infantil.
Riéronse todos mucho de la ocurrencia del cura, y el señor don Vicente Cascante, senador del reino, dijo con prosopopeya e hinchazón sentenciosa.
Hasta la gitana buñolera que se ponía a freír y a vender sus buñuelos en la esquina de la casa de don Acisclo, gitana muy sentenciosa, llamada la Filigrana, más célebre por sus sentencias que el mismísimo Pedro Lombardo, dijo en tono irónico: Doña Luz es una perla oriental, y la perla no repara en el pescador, ni en si vale o no vale; lo que pretende es que la pesque y la lleve a lucir en el Olen del Oclaye.
Parecía desdeñar compasivamente a sus dos primas, que se querellaban como chiquillas, entre rezo y rezo, y que refiriéndose a ella en casa de extraños, solían repetir censurándola, con ingenuidad sentenciosa: "Es una rara, una rara".
El estampador era un joven muy aficionado a la charla, hablaba sin ton ni son, escapándose de él el discurso y la palabra como se escapa el aire de un fuelle agujereado. Era un intellectus lleno de roturas. Mariano tenía en su laconismo una brutalidad sentenciosa. «¿Que habláis ahí, muchachos? dijo de pronto Juan Bou, que estaba aquel día de bonísimo talante, por haber cobrado una antigua cuenta.
Al dársele, díjole el sacerdote con sentenciosa convicción: Le abrirás «a bulto» y leerás todos los días los renglones que la Providencia te ponga delante de los ojos...: esa es la fija...; así Dios te adivinará las necesidades diarias de tu vida y te dará paz y consuelo.
Si hablare el rey, imite cuanto pueda La gravedad rëal; si el viejo hablare, Procure una modestia sentenciosa; Describa los amantes con afectos Que mueva con extremo á quien escucha; Los soliloquios pinte de manera Que se transforme todo el recitante, Y con mudarse así mude al oyente. Pregúntese y respóndase á sí mismo; Y si formare quejas, siempre guarde El debido decoro á las mujeres.
¡Cosa más singularr!... Y mirando a Jacobo a lo lejos, aumentóse su curiosidad al ver que aparecía Butrón por detrás de la cortina del palco del Veloz, hacíale una seña y llevábaselo consigo, siguiéndoles a los dos, sin que ninguno le llamase, el cínico Diógenes... Al terminar el acto, Butrón, triunfante y satisfecho, entraba otra vez con Jacobo en el palco de Currita, y empujándole hacia la dama con aire de papá bonachón que satisface un capricho de la niña, cogió con una de las suyas las dos manos que ella y él se estrechaban al saludarse, murmurando, con sentenciosa indulgencia, aquellas palabras de Shakespeare: Old, old history!...
Yo creo que si seguimos hablando mucho tiempo acabaréis por confesar que dudáis de Dios. Creo en Dios y en mi padre. Se conoce dijo la duquesa no pudiendo ya disimular su impaciencia que os galanteaba con una audacia infinita, antes de que os casárais, don Francisco de Quevedo. Coloreáronse fugitivamente las mejillas de la joven. ¿Y en qué se conoce eso? En que os habéis hecho... muy sentenciosa.
Entonces solemos arrepentimos de no haber sabido aprovecha la juventud y de haber desperdiciado las buenas ocasiones. Veo que estás muy sentenciosa, Rafaela interpuso Juanita . ¿Qué quieres indicarme con eso? Pues quiero indicar que tú vives con mil apuros, te cansas la vista y te estropeas las manos trabajando, y dejas que tu madre trabaje también como un azacán. Y todo ¿para qué?
Palabra del Dia
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