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660 Y vive como los bichos buscando alguna rendija; el güerfano es sabandija que no encuentra compasión, y el que anda sin dirección es guitarra sin clavija. 661 Sentiré que cuanto digo a algún oyente le cuadre. Ni casa tenía, ni madre, ni parentela, ni hermanos; y todos limpian sus manos en el que vive sin padre.

D. Juan necesitaba un oyente a quien exponer los muchos pensamientos que le fatigaban la cabeza, sus teorías, su braveza, sus fuerzas, su higiene y su horror a «las porcuzasMiguel, que era ya un mancebo de quince años, le servía admirablemente para el caso; a veces el capellán, pensando que hablaba con un hombre ya formado, se deslizaba un poco en ciertas materias escabrosas.

-Ahora, señor -replicó don Quijote-, si vuesa merced no quiere ser oyente desta que a su parecer ha de ser tragedia, pique la tordilla y póngase en salvo.

El hace lo mismo: no conoce su verdadera situación; siente las ilusiones de una juventud sana; cree contar con muchísimos años. ¡Pobre! ¡El esfuerzo que me cuesta fingir enfado, repelerle indignada por los deseos que ha puesto en ... en , que sólo quiero ser su madre! Este tono de dulce lástima hirió á su oyente.

Lubimoff sonrió con cierta lástima. ¿Amorosa usted, lady?... Ella siguió hablando, como si le molestase la extrañeza de su oyente. ¿Qué era el amor de los otras mujeres comparado con el suyo? Ponían su ternura, su deseo de sacrificio, en un solo hombre. Más allá de él no encontraban nada digno de interés.

El portentoso poema épico que el Padre Ambrosio fantaseaba en sus discursos iba verificándose y desarrollándose en la consistente realidad de la historia, y Fray Miguel no se contentaba con ser oyente o lector del poema, sino que anhelaba ser uno de sus héroes.

A él sólo le interesaba el Mediterráneo de la Edad Media, el de los reyes de Aragón, el mar catalán. Y como si temiese molestar el orgullo regionalista de su juvenil oyente, el pobre secretario daba explicaciones. La llamada marina catalana no era sólo de Cataluña: pertenecía á los monarcas aragoneses, y entraban en ella todos sus Estados marítimos.

Te he mentido siempre; he escapado á todas tus averiguaciones en nuestra época feliz. Quería guardar en secreto mi vida anterior... ¡olvidarla! Ahora debo decir la verdad, la definitiva verdad, como si fuese á morir. Cuando la conozcas serás menos cruel. Pero su oyente no quería escucharla.

Arriba no había más oyente que Miguel Fedor, lejos de los músicos, de espaldas á ellos, mirando á sus pies las aguas espumosas y partidas que escapaban como un doble río á lo largo del buque, llevándose á la boca el cigarro, que hacía surgir por un momento de la sombra, coloreado de rojo, su rostro pensativo. El yate guardaba otra corporación más silenciosa.

Tan conmovido estaba por su vehemencia, que hasta llegó á olvidarse del sexo de su única oyente. Todas las abominaciones de la época actual las atribuía á las mujeres, describiendo á continuación el período de justicia y de bienestar que seguiría al triunfo de los hombres. Como había sufrido mucho, su rencor de perseguido exigía venganzas.