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Actualizado: 21 de mayo de 2025
Por donde quiera que pasan Estenoz é Ivonet, siembran la alarma entre los negros que encuentran pues les dicen que el ejército viene siguiéndoles y mata á todos los negros que halla en su camino.
La chica, llevando al pequeñín de la mano, se dirigía hacia la parte del Prado donde paran los cochecillos tirados por cabras o burritos para recreo de niños. «Bueno pensó don Juan ; luego vendrá la madre a buscarles.» Una hora fue siguiéndoles a larga distancia y gruñendo entre dientes: «¡Que haga yo esto!»
Habría que crear una Policía filosófica que fichase las ideas y fuera siguiéndoles la pista de libro en libro, porque yo creo que a la Policía actual esta labor le resultaría demasiado molesta. El camino de una idea, desde que nace hasta que se convierte en cinco tiros de pistola, es largo y sinuoso. Claro que en España hay muy pocas ideas.
A la primita dijo Pablo le gustará ver las minas. Nela, ¿no te parece que bajemos? Sí, bajemos.... Por aquí, señorita. Pero no me hagan pasar por túneles, que me da mucho miedo. Eso sí que no lo consiento dijo Florentina, siguiéndoles . Primo, ¿tú y la Nela paseáis mucho por aquí?... Esto es precioso.
¡Cosa más singularr!... Y mirando a Jacobo a lo lejos, aumentóse su curiosidad al ver que aparecía Butrón por detrás de la cortina del palco del Veloz, hacíale una seña y llevábaselo consigo, siguiéndoles a los dos, sin que ninguno le llamase, el cínico Diógenes... Al terminar el acto, Butrón, triunfante y satisfecho, entraba otra vez con Jacobo en el palco de Currita, y empujándole hacia la dama con aire de papá bonachón que satisface un capricho de la niña, cogió con una de las suyas las dos manos que ella y él se estrechaban al saludarse, murmurando, con sentenciosa indulgencia, aquellas palabras de Shakespeare: Old, old history!...
Siguiéndoles a cierta distancia, se cercioró al punto de lo que antes fuera presunción, y la certidumbre produjo en su alma violentísima sacudida. «Es él, ese infame... La espera; van juntos... y toman la vía más solitaria... Luego, son amantes... ¡Engañar a una pobre mujer... un hombre casado!...». Determinose en él con poderosa fuerza el rencor de otros tiempos, aquel rencor concentrado y sutil que era como un virus ponzoñoso, tan pronto manifiesto como latente, y que al derramarse por todo su ser, producía tantos y tan distintos fenómenos cerebrales.
Por acá los chicos presentaban ramos de árboles cargados de frutos; aquí la toronja y la dorada cidra; allá la amascena y la alloza; otros, tejiendo en verdes mazas las espadañas y los lotos, y armados por cuadrillas, según los barrios de la ciudad o de las rivales aldeas, se acometían y lidiaban en escaramuzas de nueva especie; otros hacían revolar multitud de jilgueros y verderoles sin hilo que los sujetase, y siguiéndoles entre aquel inmenso concurso los pajarillos, y posándose en los hombros del dueño infantil cuando se cansaban, jamás se equivocaban en tanta confusión y bullicio.
Argensola lo reconoció al pasar junto á un farol: «El amigo Tchernoff.» El ruso, al devolver el saludo, dejó escapar del fondo de su barba un ligero olor de vino. Sin invitación alguna arregló su paso al de ellos, siguiéndoles hacia el Arco de Triunfo. Julio sólo había cruzado silenciosos saludos con este amigo de Argensola al encontrarle en el zaguán de la casa.
Palabra del Dia
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