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Luego que esta desgraciada reconoció el rostro de su amante, halló su frente sin calor, y observó que no respiraba su pecho, se convenció de la muerte, y prorrumpió en desesperadas voces y lamentos: despertose su marido y enterado del suceso, para libertarse de los procedimientos de la justicia y del enojo de los deudos de Marcilla, determinaron llevar su cadáver a la puerta de la casa de su padre, lo que ejecutaron sin ser vistos por la cautela con que lo hicieron, y por que, según digimos en otro lugar, la casa de los Marcillas se hallaba frente a la de los Seguras.

Tambien Garay, digimos, publicaba La guerra contra este, aunque tuviese Otro designio, al fin, pues, caminaba, Cuando Fuente los Lirios ha tomado, nace el Ipaneme desdichado. Tomando los soldados esta fuente, Sus tiendas y sus toldos asentaron; Entorno de la cual, alegremente Del prolijo camino descansaron.

Pasada la tormenta y revuelta, Segun digimos ya en breve trasunto, El bergantin que fuera á vela suelta, Llegando toma puerto luego junto, Y dando de nosotros nueva cierta, La cosa de esta suerte se concierta. Llegados á la punta de este rio, Quedóse el bergantin grande esperando; El otro atravesó, que vacio, Garay en esto viene navegando.

Por eso Paris, sin dejar de ser una ciudad importantísima, es una ciudad aparente; artísticamente mentirosa, artísticamente exagerada, exageradamente culta. Llegamos al hotel cerca de las diez, y mi mujer y yo digimos: Paris es un mónstruo muy bello, sobre todo muy iluminado: su morada seria deliciosa sin coches: con coches, viene á ser un infierno vivo.

Luego que hubimos satisfecho los primeros conatos de admiradora curiosidad, paseando los ojos tardíamente sobre aquel grandioso panorama del arte humano, no del arte francés, digimos á nuestro necesario fiacre que nos llevara al arco de la Estrella. Un coche es aquí un personaje de primera categoría, la gran carta de recomendación y el gran amigo del extranjero.

Llegado, con placer es recibido, Y luego determina de partirse; Y á aquellos que digimos, pretendido Habian en la barca escabullirse, En mas grave prision los ha metido: Porque jamas intenten de huirse. Con un Sotomayor fenece presto, Dejándole en un palo y horca puesto.

Posteriormente el Obispo de Teruel, D. Francisco Perez Prado y Cuesta, regaló, según digimos al tratar de los Obispos, otra preciosa custodia labrada en Córdoba, en 1742 por Bernabé García de los Reyes: consta de mas de catorce arrobas de plata, su estilo es churrigueresco, su forma la de un templete de dos cuerpos sobrepuestos, sostenidos por columnas con relieves y adornos de buen gusto, y terminando en una corona imperial: costó dos mil pesos.

A la sazón Teruel era plaza de armas en la empresa que el rey D. Jaime quería hacer contra los moros de Valencia; había diez banderas de soldados y corporaciones eclesiásticas; componíase su población de aquellos soldados ilustres y aguerridos que, haciéndose superiores a los peligros y fatigas de la guerra, habían sabido levantar, según digimos antes, las murallas y fortalezas de la ciudad, contrarestando los continuos ataques de numerosos ejércitos moriscos.

La gente sin ventura zaratina, Que digimos estaba rancheada, La muerte cada paso por vecina Tenia con la vida muy tasada. Seis onzas dan escasas de harina Hedionda, sin virtud, y mal pesada: Así se v

En el Ibiaza, pues, se ha recogido, Como digimos, maiz y frijoles, Y habiendo los huidos convencido, Apresta Juan Ortiz sus españoles Para salir de allí; y no ha partido, Cuando un gran temporal vereis, y dióles En medio una laguna que pasaban, A donde seis soldados se ahogaban.