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Actualizado: 8 de mayo de 2025
El tal Chabornac vino a buscarme hace pocos días y me habló de esta manera: «Mi querido diputado: vengo de parte de la familia Machut para ver a Elisita Machut, que ha huído del hogar paterno a fin de debutar en un café-cantante.
ELOY. Sin embargo, yo no era lo suficientemente estúpido para dejarme atrapar; cuando los otros vieron que por este camino no iban a conseguir nada, ensayaron otra martingala: me mandaron a Chabornac; éste es uno de mis electores más influyentes, un encargado de café-cantante de toda mi confianza.
EL JUEZ. ¡Evidentemente, usted se dejó engañar por las apariencias...! ELOY. Fuimos a comer al restaurante Duval para acabar nuestra conversación; el miserable Chabornac me hacía beber, mientras que yo multiplicaba los sabios consejos a la rapaza; ésta estaba sentada a mi lado; me contemplaba con sus grandes ojos y murmuraba: «¡Qué bien habla usted...! Habla como mi confesor.
ELOY. Esperamos a que acabara esta triste exhibición; luego se adelantó Chabornac, se llevó aparte a la rapaza durante algunos minutos y después de esto me la trajo, diciéndome: «¡Aquí la tiene, señor Genvrain!
Estuve enamorada de mi confesor cuando hice mi primera comunión...» ¡Yo charlaba y bebía...! A los postres, Chabornac se eclipsó, como quien no hace nada, dejándome con la pilluela.
El traidor Chabornac había maquinado esta perfidia; necesitábase un escándalo para desacreditar al campeón de las ideas republicanas en el Bajo Saona. ¡Los Machut se habían vendido al enemigo y Chabornac me había traicionado! Me atrajeron a este hotel de tercer orden después de haber alquilado previamente la habitación. ¡Estaba perdido...!
A estas buenas personas les disgusta tener una niña en el teatro y querrían traerla al buen camino a fuerza de puntapiés en... ¡Ya me entiende usted...! En fin, si usted quisiera, vendría conmigo al curso de Canto donde la rapaza se perfecciona; le echaríamos el guante, usted le diría buenas cosas y yo me la llevaría a Bizons. ¡Usted no puede negarme esto, que causará, además, un efecto excelente en su distrito...!» Yo no me había olido la trastada, y seguí a mi Chabornac; llevóme a lo más hondo de una callejuela, allá, por el bulevar de Estrasburgo; subimos la escalera de una casa tan nauseabunda, que usted no la hubiera encontrado digna de albergar siquiera sus canes.
Palabra del Dia
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