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Actualizado: 11 de noviembre de 2025
Lo mismo que nuestros antepasados de los tiempos de la leyenda, antecesores nuestros más próximos que vivían en la Edad Media, no podían contemplar la montaña sin que su imaginación hiciera, vivir seres superiores en los valles misteriosos y en las cimas radiantes.
Y el pobre Bonis, que a ratos andaba loco por casa, por calles y paseos solitarios, buscó la Leyenda de oro en la librería de su suegro, y vio que, en efecto, había habido muchos santos cortos de alcances, y no por eso menos visitados por la gracia. Sí, eso era; se podía ser un santo sencillo, hasta un santo simple....
No había religión, orden ni autoridad, y... ¡claro! era imposible que una persona decente saliese a la calle sin que la pillería le diera que sentir. En época pasada, aunque no remota, el Mercado de Valencia tenía una leyenda, que corría como válida en todos sus establecimientos, donde jamás faltaban testigos dispuestos a dar fe de ella.
Benedicta, moribunda y devorada por el remordimiento, reveló todo a un sacerdote, rogándole que para salvar al encarcelado hiciese pública su confesión; y he aquí cómo en la forma de proceso ha venido a caer bajo nuestra pluma de cronista la sombría leyenda de la Gatita de Mari-Ramos. CRÓNICA DE LA
Mi amiga, al pronunciar la última frase de la leyenda del puente, cuyo nombre del suspiro se debe sin duda á las flores que crecen á su alrededor, vertió una lágrima á la memoria de Hasay, lágrima que se deslizó al blanco teclado del piano, sobre el que maquinalmente apoyaba sus dedos.
Y de aquí la multitud de preciosos romances moriscos y el tinte imaginariamente oriental que engalana tantas de nuestras obras poéticas, desde los mismos romances moriscos que incluye en sus Guerras Civiles el mencionado Ginés Pérez de Hita, hasta los admirables romances de Góngora y de D. Nicolás Moratín, hasta el arabismo cordobés del duque de Rivas en El moro expósito, y hasta los esplendores y ensueños orientales del valenciano Arolas y del instintivo y popularmente iluminado poeta Zorrilla en su leyenda de Alhamar y en otras composiciones y fragmentos.
He encontrado entre las hojas de una Mitología ilustrada, pedacitos de yerba de Loreto... eran polvo; papeles escritos en que reconocí mis garabatos de niña... y un marinero dibujado por mi pluma que, según la leyenda que tiene al pie, era Germán.
No hace aun veinte años el río pasaba casi besando la entrada misma de la cueva, pero poco á poco se va retirando de ella como se va olvidando su memoria entre los indios. ¡Bonita leyenda! dijo Ben Zayb, voy á escribir un artículo. ¡Es sentimental!
Tras estas palabras, tomó plaza, en boca de mi amigo, una poética leyenda que hacía referencia á los sitios que pisábamos, á la cascada, á un grandioso puente sin concluir que se encuentra no lejos de aquel lugar, y sobre todo á demostrar que en Filipinas las mujeres aman, los pájaros cantan y las flores huelen.
La noche se acercaba tranquila y hermosa: era el 24 de diciembre, es decir, que pronto la noche de Navidad cubriría nuestro hemisferio con su sombra sagrada y animaría a los pueblos cristianos con sus alegrías íntimas. ¿Quién que ha nacido cristiano y que ha oído renovar cada año, en su infancia, la poética leyenda del nacimiento de Jesús, no siente en semejante noche avivarse los más tiernos recuerdos de los primeros días de la vida?
Palabra del Dia
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