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Actualizado: 11 de junio de 2025


Reuní en mi cuarto a Matildita, Fernanda, Eduardito y los criados, y les leí las composiciones que tenía preparadas para la noche; en realidad, para medir el tiempo empleado en la lectura. Puse el reloj abierto sobre la mesa, y leí primero una leyenda de la Edad Media, titulada La mancha roja, que resultó durar treinta y siete minutos.

Comparad, en el acto primero, el antiguo romance de D. Rodrigo, rey de España, etc..., en El tesoro de los romanceros, de Ochoa: París, 1838, pág. 81; La leyenda de Santa Leocadia, en La España sagrada, tomo V, pág. 485: Madrid, 1763.

Todas estas cosas, y otras muchas que omito, habían formado en torno suyo una leyenda, mitad caballeresca, mitad rufianesca, que le hacía muy conocido y popular en la ciudad. Se me revolvían todas ellas en la cabeza al hablar con él, y le contemplaba con muchísima curiosidad y mezcla de repugnancia y admiración.

En nuestra literatura tenemos esta leyenda en Las Cantigas del Rey Don Alonso, y en Gonzalo Berceo; y algo semejante da asunto a Calderon para su famosa comedia El mágico prodigioso.

El vulgo, que en aquellos rudos tiempos añadía siempre el elemento de lo grotesco á todo lo que hiriera su imaginación, había inventado una historia acerca de la letra escarlata, que fácilmente podríamos convertir en una terrible leyenda.

Más probable es que el autor de Don Juan Tenorio se inspirase para su hermosa leyenda, en este caso, que en los sucesos narrados en la Cántiga LXI de D. Alfonso y los Castigos y documentos del rey D. Sancho que cita el Sr. Picón como orígenes de A buen juez, mejor testigo. En el archivo municipal de Sevilla existe una relación del suceso que no deja de ser curiosa.

En el ángulo S-E. del alcázar había otra torre, llamada de la Vela, tambien célebre por la misma leyenda . Ambas sin embargo han sido demolidas sin escrúpulo despues que la reina D.ª Isabel la Católica, estando en Córdoba ocupada en proveer lo necesario para la guerra de Granada, dió el mal ejemplo de hacer desbaratar el galano artificio de la Albolafia porque su ruido le quitaba el sueño.

No es eso.... Quintanar; hablo de La Leyenda de Oro y del Año Cristiano de Croiset, por ejemplo. ¿Sabes, hija mía?... Yo prefiero los libros de meditación.... Pues toma el Kempis, la Imitación de Cristo... lee y medita.

Así como los ojos de Maximiliano miraban con inexplicable simpatía el disco de la noria, su oído estaba preso, por decirlo así, en la continua y siempre igual música de los canteros, tallando con sus escoplos la dura berroqueña. Creeríase que grababan en lápidas inmortales la leyenda que el corazón de un inconsolable poeta les iba dictando letra por letra.

Veía detenerse un soberbio carruaje en la puerta del huerto; una hermosa señora la llamaba. «¡Hija mía... por fin te encuentro!», ni más ni menos que en la leyenda; después los trajes magníficos; un palacio por casa, y al final, como no hay príncipes disponibles a todas horas para casarse, contentábase modestamente con hacer su marido al señorito.

Palabra del Dia

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