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Actualizado: 12 de julio de 2025


Es decir, que si el madrileño, siempre con sus libros debajo del brazo y en busca de paisajes, encantado por el aspecto de un artístico murallón cubierto de verde y tupida hiedra, se recostaba contra él, sentado sobre césped de un palmo de espesor, no bien se ponía á leer á cualquiera de los poetas, desde Gonzalo de Berceo hasta el último bucólico de nuestros gacetilleros y romancistas, y exclamaba, por ejemplo con el primero: «Nunca trobé en sieglo lugar tan dileitoso»,

Escarmienta en el caso del monje Teófilo, cuya historia nos refirió el poeta Berceo, y escarmienta en otros casos de algunos sujetos que ya se remozaron con el auxilio del demonio y no disparates como ellos disparataron.

En nuestra literatura tenemos esta leyenda en Las Cantigas del Rey Don Alonso, y en Gonzalo Berceo; y algo semejante da asunto a Calderon para su famosa comedia El mágico prodigioso.

El ejemplo más antiguo, que se ha conservado hasta nosotros, se halla en las obras del clérigo secular Gonzalo de Berceo, que floreció á principios del siglo XIII , y consiste en un canto de los centinelas, que guardaban el sepulcro del Señor, con un estribillo que repetía á coro, destinado acaso á cantarse aparte, como parece indicar su nombre de cántica.

Así lo atestiguan las esculturas y las pinturas que en la Alhambra se conservan. Poesía dramática no tuvieron nunca. Algo de poesía épica ó narrativa puede decirse qué tuvieron, si bien no tuvieron nada que, ni remotamente, pudiera compararse, no digamos ya al antiquísimo poema del Cid, pero ni á las leyendas de santos de Gonzalo de Berceo.

Palabra del Dia

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