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Actualizado: 4 de julio de 2025
Dice así: «Este fué el oráculo de la corte, el ansia de los extranjeros, el padre de las musas, el lince de la erudición, la luz de los teatros, la admiración de los hombres, el que de peregrinas virtudes estuvo adornado siempre, pues su casa era el abrigo de los desvalidos, su condición la más prudente, su humildad la más profunda, su modestia la más elevada, su cortesía la más atenta, su compañía la más segura y provechosa, su lengua la más cándida y honrada, su pluma la más cortesana de su siglo y que no hirió jamás con mordaces comentos la fama de ninguno ni manchó con libelos á los maldicientes, ni su oído atendió á las detractaciones maliciosas de la envidia, y éste, en fin, fué el príncipe de los poetas castellanos que suscitó con su sagrada poesía á griegos y latinos; pues en lo heróico fué culto y elevado, en lo moral erudito y sentencioso, en lo lírico agradable y elocuente, en lo sacro divino y conceptuoso, en lo amoroso honesto y respectivo, en lo jocoso salado y vivo, en lo cómico sutil y proporcionado.
En otras, personajes del más alto rango, ya disgustados de la monotonía de la vida cortesana, ya por otras causas, viven entre labradores ó pastores, vestidos como ellos, y cuando la casualidad los reune con otros cortesanos, aprovechan su disfraz para mostrar la más fina ironía y hacer las observaciones más mordaces contra la libertad de los habitantes de las aldeas y su candor aparente.
Mi imaginación excitada no tenía en cuenta el sitio en que estaba; y en la sombra del altar, apenas visible entre los fieles, me parecía ver levantarse la silueta de la abuela que me gritaba: Ahí tienes lo que tú serás si te obstinas en tus ideas de celibato... ¡Oh! no, no es así. A Dios gracias, no todas las solteronas tienen la devoción llena de hiel ni son tan falsas y mordaces.
En estos prólogos se repiten hasta el exceso frases contra los galicistas, criticastros mordaces y envidiosos; contra Racine, frío, fastidioso y concienzudo pedante, y, en general, contra las tragedias y comedias francesas, dignas en todos conceptos del mayor desprecio, pero sin aducir nada positivo en defensa de la poesía romántica, y sin manifestar el más leve vestigio de poseer los conocimientos estéticos que constituyen su esencia.
Ahora recordaba las veces que le había encontrado por la mañana en el camino, y hasta le parecía que Tonet procuraba marchar siempre al mismo paso que ella, aunque algo separado para no llamar la atención de las mordaces hilanderas.... En ciertas ocasiones, al volver bruscamente la cabeza, creía haberle sorprendido con los ojos fijos en ella...
Palabra del Dia
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