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A ellos tambien debe la Europa los romances caballerescos y las representaciones dramáticas; y gracias á la poesía, la lengua francesa, tan pobre como es, ha llegado á ser un idioma universal, el idioma de la prosa por excelencia, pasando de las manos de Corneille y de Racine á las de Pascal, que es el que tiene la gloria de haber fijado esta lengua, complementada por Voltaire, Montesquieu, Buffon y Rousseau.

No sin razon la posteridad ha considerado á Montesquieu y Buffon como apóstoles de una misma causa humanitaria; el uno analizando el espíritu de las leyes de los hombres, y el otro investigando y revelando las leyes y las propiedades de la sociabilidad del animal.

Lo dicho en la Nota 3 sobre la diferencia de los talentos deja fuera de duda lo que acabo de asentar en el capítulo XII. Sin embargo para hacer sentir que la escena de los Sabios resucitados no es una ficcion exagerada, citaré un ejemplo que equivale á muchos. ¿Quién hubiera pensado que un escritor tan fecundo, tan brillante, tan lozano y pintoresco como Buffon, no fuese poeta ni capaz de hacer justicia á los poetas mas eminentes?

No quién ha dicho que el hombre es naturalmente malo: ¡grande picardía por cierto! nunca hemos pensado nosotros así: el hombre es un infeliz, por más que digan: un poco fiero, algo travieso, eso ; pero en cuanto a lo demás, si ha de juzgarse de la índole del animal por los signos exteriores, si de los resultados ha de deducirse alguna consecuencia, quisiera yo que Aristóteles y Plinio, Buffon y Valmont de Vaumare, me dijesen qué animal, por animal que sea, habla y escucha.

Doña Crucita, que se había dedicado a bordar pájaros, despachaba semanalmente una bandada de aquellos preciosos seres, y a veces el comedor parecía una selva americana, porque los había de todos colores, y además mariposas y florecillas, todo inventado por la señora que creaba las especies con su rica fantasía, de tal modo que se viera muy perplejo Buffón ante tal maravilla.

No estarán ociosos los maquinistas, ni los artistas, ni los naturalistas; y bien se deja entender que encontraremos á Buffon junto á las verjas de una jaula, á Linneo en el jardin, á Whatt examinando los modelos de maquinaria, y á Rafael y Miguel Angelo, en las galerías de cuadros y estatuas.

Allí estan Gonzalo de Córdoba, Cisneros, Richelieu, Cristóbal Colon, Hernan Cortés, Napoleon, Tasso, Milton, Boileau, Corneille, Racine, Lope de Vega, Calderon, Molière, Bossuet, Massillon, Bourdaloue, Descártes, Malebranche, Erasmo, Luis Vives, Mabillon, Vieta, Fermat, Bacon, Keplero, Galileo, Pascal, Newton, Leibnitz, Miguel Angelo, Rafael, Linneo, Buffon y otros que han trasmitido á la posteridad su nombre inmortal.

Todo lo que dijo era propio de un hombre tan extraño á las primeras nociones de la poesía, y á los ordinarios procedimientos de la versificacion, que no habria sido posible responderle sin humillarle.» Y adviértase que no se habla de un hombre que pensase ménos en la forma del escrito que en el fondo; se habla de Buffon, que pulia con extremada escrupulosidad sus trabajos, y de quien se cuenta que hizo copiar once veces su manuscrito Epocas de la naturaleza; y sin embargo este hombre que tanto cuidaba de la belleza, de la cultura, de la armonía, no era capaz de comprender á Racine, y encontraba malos los versos de la Athalia.

Sin embargo la anomalía existió, y esto basta á manifestar que no solo pueden encontrarse separados dos géneros de talento muy diversos, sino tambien los que al parecer solo se distinguen por un lijero matiz. «Yo he visto, dice Laharpe, al respetable anciano Buffon, afirmar con mucha seguridad que los versos mas hermosos estaban llenos de defectos, y que no alcanzaban ni con mucho á la perfeccion de una buena prosa.

Los antiguos, por supuesto, no le conocieron: así es que ninguno de sus autores le mienta para nada entre las curiosidades del mundo antiguo, ni se ha descubierto ninguno en las excavaciones de Herculano, ni Colón encontró uno solo entre todos los indios que descubrió; y entre los modernos, ni Buffon le echó de ver entre los racionales, ni Valmont de Vaumare le reconoce; ni entre las plantas le coloca Jusieu, Tournefort, ni de Candolle, ni entre los fósiles le clasifica Cuvier; ni el barón de Humboldt, en sus largos viajes, hace la cita más pequeña que pueda a su existencia referirse.