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Sin poder ni querer sofocar los impulsos de la imaginación, siguió complaciéndose en recordar lo que sintió por Cristeta, semejante al niño que, tras haber destrozado un juguete, se obstina, desvive y rabia por recomponerlo y restaurarlo.

Mientras leía estos párrafos, que ya le eran familiares, su pensamiento trabajaba aparte a impulsos de la alegría. ¡El buen amigo Pablo! ¡Y qué a tiempo llegaban sus consejos!... Le sacaba de Ibiza en el instante más oportuno, cuando se veía en guerra abierta con todas aquellas gentes rudas, que deseaban la muerte del forastero.

Señora repuso con iracunda voz el estafermo , los hombres como yo se endulzan con acíbar la lengua, y el corazón con desengaños. Doña Flora quiso reír, pero no pudo. Con desengaños, señora añadió D. Pedro , y con agravios recibidos de quien menos debían esperarse. Cada uno es dueño de dirigir sus impulsos amorosos al punto que más le conviene.

Se veían allí bagatelas, adornos, dijes, bellos presentes que indicaban un recuerdo constante y que debieron de ser hechos por delicados dedos, á impulsos de un tierno corazón.

Salvatierra, el impasible, se estremeció con un arrebato de cólera. Sintió impulsos de repeler el vaso, de estrellarlo contra el suelo. Maldijo la pócima de oro, el demonio alcohólico que extendía sus alas de ámbar sobre aquel rebaño embrutecido, esclavizando su voluntad, infundiéndole la servidumbre del crimen, de la locura, de la cobardía.

Hasta disen que estuvo con vosotros Plumitas el ladrón. Aquí dio un salto el Nacional, a impulsos de la sorpresa y la inquietud. Le pareció que entraba en el patio, hollando las losas de mármol, un jinete mal pergeñado, con sombrero mugriento, y se apeaba de su jaca, apuntándole con una carabina por hablador y miedoso.

Tal vez aceptase lo de dirigir la novillada. Ya se decidiría más adelante: quedaba mucho tiempo hasta el invierno. Una tarde, al anochecer, el espada, entrando en la calle de Alcalá por la Puerta del Sol, dio un paso atrás a impulsos de la sorpresa. Una señora rubia bajaba de un carruaje a la puerta del Hotel de París... ¡Doña Sol!

En el primer momento, doña Cristina experimentó una sensación desconocida; un deseo de protestar, como si fuese objeto de un robo. Sintió por Sánchez Morueta un interés más grande que en los primeros tiempos de su matrimonio. La mujer despertaba en ella irritada por la infidelidad. Tal vez iba á conocer el amor á impulsos de la cólera.

Se hermoseaba por instantes, a impulsos de un firme deseo de parecer mejor. «La juventud no es más que una voluntad pensaba Ojeda . Cada hora que transcurre parece más joven. Bien se conoce que está enamorado. Nada rejuvenece a un hombre como el amorEl fugitivo Maltrana evitaba igualmente el encuentro con su amigo. El día antes sólo le había visto Fernando dos veces: a las horas de comer.

Algunos días antes de su regreso, pensando en ella y eso me sucedía cada minuto, recapitulé los cambios que se habían operado en mi ánimo y me quedé estupefacto. El corazón lleno de secretos, el espíritu conmovido por atrevidos impulsos, el ánimo cargado de experiencia antes de haber conocido nada, me reconocí absolutamente diverso de como era cuando de se había separado ella.