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Actualizado: 21 de junio de 2025
Por primera vez había salido la buena señora de su amada ciudad de Salta para ir en osada peregrinación más allá de los límites de la República, más allá del mar, a una tierra de la que regresaba con el ánimo desorientado, no atreviéndose a formular sus opiniones. «¡Y aquello era Europa!...» Ella, en su asombro, no osaba hablar mal; todo le infundía respeto; únicamente se quejaba de sus privaciones espirituales. «Esas tierras, señor, no son para nosotros; las gentes tienen otras creencias.
Como no sabía la costumbre feudal de la casa, no tiró más que una vez. Tardaron en abrirle juzgándole plebeyo. La sorpresa del criado fue grande al ver a aquel terrible señor, que tanto respeto infundía en la ciudad, y se apresuró a pedir perdón de no haber acudido más a tiempo a abrirle. El barón preguntó por don Pedro Quiñones.
Lo que infundía pavor y asco era nuestra impía ferocidad, era nuestra desventurada época, era aquella escena repugnante, era aquel sacrílego recreo, era la risa imbécil ó el estúpido comentario de tal ó cual señorita ó mancebo, que escogía semejante ocasión para aventurar un conato de chiste..... De mi visita á las ruinas de los claustros de Yuste guardo recuerdos indelebles.
El aire, oxigenado y regenerador, penetraba en los pulmones de Julián, que sintió disiparse inmediatamente parte del vago terror que le infundía la gran casa solariega y lo que de sus moradores había visto.
El diablo se ha quedado de señor para todo el invierno. Pero Ovejero necesitaba ir al encuentro del diablo, para hacerse amigo de él y que no lo atormentase más. Siguió adelante, hasta llegar á la terrible Puna. Entró en el inmenso desierto sin agua y sin vegetación. Se infundía valor comparando su viaje actual con el que había hecho dos años antes. Ahora no iba solo.
Andando a tientas por la oscuridad de la sala, abrió los postigos de la ventana; la luna puso en la alfombra dos cuadrados de luz. Algunos objetos emergieron, indecisos, y las caras de los retratos parecían manchas lívidas, suspensas en medio del marco dorado. Tenía todo algo de fantástico; se infundía en ella un ansia de cosas irreales. Se sentó en el radio de la claridad lunar.
Watson parecía triste, y se limitó á contestar: Como hoy no trabajamos, voy á dar unos galopes por el campo. Al marcharse el joven acabó Robledo de vestirse, paseando después por el comedor. Cuando en sus evoluciones pasaba ante la puerta de la pieza ocupada por Torrebianca, sentía la tentación de entrar. Deseaba ver á su amigo. Un vago presentimiento le infundía cierta inquietud.
El maestro alemán se dejaba adorar; recibía todas las caricias del entusiasmo y del amor con la distracción de un artista que, preocupado con los sonidos, acaba por odiar las palabras. Enseñaba su idioma a Leonora para que algún día pudiese cantar en Bayreuth, realizando su más ferviente deseo, y la infundía el pensamiento que había guiado al maestro al trazar sus principales protagonistas.
El horror y la esquividad del paisaje crecían a cada paso. Hasta los más audaces se asustaban y anhelaban volver atrás. La terca persistencia de Morsamor y el respeto que Morsamor infundía los forzaba a seguir adelante.
Cuando los hombres se recobraban de su pasmo volvían a hacer a la mujer de peor condición que al esclavo más humilde; pero, en ocasiones, una mujer bien lavada, cuidada y compuesta, infundía amor ferviente, frenético entusiasmo y cierta adoración como si fuese algo divino.
Palabra del Dia
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